En 1991, cuando juró como jueza de Paz de la provincia, era esposa del intendente lujanino Luis Carral, que transitaba a paso firme el primero de sus tres mandatos consecutivos. Eran otros tiempos. La línea naranja peronista brillaba en Mendoza de punta a punta con figuras de la talla del gobernador Pilo Bordón; el ministro Rolo Gabrielli, que se aprontaba para sucederlo, y de Arturo Lafalla, último exponente de esa exitosa facción del PJ local antes del final anunciado a manos de la Alianza.
Eran otros tiempos y en Mendoza los jueces no rendían examen para llegar a serlo: la política los sentaba en el sillón con la misma sencillez con que se estampa una firma en un decreto de designación. Así llegó Stella Maris Ontiveros, la esposa del intendente, a ejercer la magistratura: gracias a la discrecionalidad de la política. Tenía apenas 37 años.
Paso a paso
La carrera de Ontiveros al frente del 8° Juzgado de Paz Letrado terminó esta semana, 27 años y 9 meses después de aquel juramento de rigor, cuando renunció por nota dirigida al gobernador radical Alfredo Cornejo.
Sin embargo, más allá de las formalidades que tanto gustan desplegar en el mundillo judicial, el ocaso de la carrera de esta mujer de 65 años -los cumplió en la última semana de julio- comenzó a escribirse hace 17 años. Más precisamente en agosto de 2001. Pero no en cualquier lugar, sino en el despacho de jueza que tanto había anhelado y con el que tanto había soñado.
Una caída al enredarse en un cable marcó el comienzo de la cuenta regresiva. Ella se había levantado del sillón para firmar unos cheques que eran parte de un expediente a su cargo. Su pierna derecha sufrió un daño impensado: menisco fracturado y rótula desplazada. Tratamientos médicos, cirugías y la aplicación de una prótesis le llevaron los siguientes seis años de su vida, seis años durante los cuales no volvió a trabajar. Hasta que Diario UNO reveló el caso, que permanecía dormido, haciéndose eco de las permanentes quejas de abogados y funcionarios no solo del Poder Judicial, sino también de la política.
Así, la política, esa varita mágica que alguna vez la había convertido en jueza comenzaba a transformarla, lenta pero inevitablemente, en un caso testigo.
El 4 de octubre de 2007 reapareció en su despacho haciendo el notable esfuerzo físico de quien se desplaza con un par de muletas, pero con la urgencia de quien sabe que el Jury de Enjuiciamiento la tiene en la mira por tantos años de no trabajar. Sintió que si el Jury prosperaba, su mundo se vendría abajo en un segundo.
Pero Diario UNO volvió a ser testigo de otra jugada discrecional de la política -ya no solo la partidaria, sino también la judicial- porque fue la política la que salvó a Ontiveros. Entonces, la jueza dejó de ser noticia y volvió a su puesto. Sin embargo, posteriores complicaciones de salud, derivadas de aquella caída de 2001, dificultaron que ejerciera la magistratura con la regularidad que exige un servicio ciudadano eficaz que se precie de tal cualidad.
Viajes a Buenos Aires, internaciones aquí y allá la mantuvieron alejada del trabajo. La Justicia siguió funcionando y un tribunal estudió la demanda que le inició a la ART de la época y al Gobierno de Mendoza por el accidente laboral. Hasta que en 2012 le dio la razón por una cifra impensada: $4,5 millones. Y ese fue el inicio de un interminable derrotero de esa pretensión de resarcimiento en dinero, que hoy está en la Corte nacional, a cuyas puertas acudió Ontiveros en busca de una sentencia definitiva.
Hoy como ayer
Octubre de 2018. Otros tiempos. Los jueces sí rinden examen para serlo y la política se reserva algo de aquella discrecionalidad brutal para elegir togados, aunque a veces ese algo tiene olor a mucho.
El juzgado de Ontiveros ya no está en el séptimo piso del anexo judicial de San Martín 322. Está en la planta baja. "Lo trasladamos para que la jueza tenga mejor acceso al despacho", explica una fuente judicial y suena lógico porque los problemas físicos de Ontiveros se agravaron con los años. Sin embargo, este medio comprobó que Ontiveros tampoco esta vez está trabajando. Licencia desde junio por la fractura de la muñeca izquierda. Un problema colateral de aquella caída de 2001. El despacho no está vacío porque lo ocupa otra jueza, Silvia Zogbi, a quien la Corte le ordenó hacerse cargo de las causas de Ontiveros además de las suyas en el Juzgado de Paz de Chacras de Coria.
Nadie quiere hablar de Ontiveros en el edificio de San Martín 322. Algunos están justificados: no la conozco/soy nuevo acá. Pero son los menos.
Ella tampoco quiere hablar mucho cuando Diario UNO la contactó después de tantos años de ausencias y de litigio sin resolver. Sí confirma la nueva licencia por la nueva fractura. Nada nuevo. En tribunales eso es vox populi. Pero en el cuarto piso de los tribunales, donde anida, crece y se reproduce la política judicial, el caso de Stella Maris Ontiveros es como una ampolla en la planta del pie. Una ampolla sin curación a la vista. Como desde el 2001.
Usos y costumbres
Stella Maris Ontiveros tiene debilidad por los perros de raza pequeña y de pelo corto. ¿Quién no ha dormido alguna vez con uno de esos tiernos animalitos?
También disfruta del agua de la pileta y de las reuniones con amigas, algunas de las cuales testificaron a su favor en el largo juicio contra el Estado mendocino. Pero también con amistades granjeadas en la vida, en la actividad social y en el ejercicio de la abogacía -y en la política-. Ligados directa o indirectamente en su gran mayoría al peronismo que supo bendecirla magistrada de la provincia -uno que otro radical de los '90 se destaca-, con ellos comparte reuniones y cenas privadas pero también otras, más formales y de tono institucional, donde Ontiveros resalta por su elegancia inquebrantable de pies a cabeza, desde el atuendo, el calzado y los accesorios hasta el cabello y la sonrisa. Como siempre. Desde que era esposa del hombre fuerte de Luján, desde que fue convertida en jueza. A pesar de la caída y de los daños colaterales. A pesar de los nuevos tiempos.Fuente: Diario UNO de Mendoza