El director del Cuerpo Médico Forense cuenta el paso a paso de la tarea más ingrata que dejó la tragedia vial en la ruta 7. El camionero, la gran incógnita

El hombre que tuvo que recuperar la identidad de las 16 víctimas

Por UNO

Gerardo Emilio Mazziotti reconoce instantáneamente al cronista, pese a que hace 7 años que no lo ve. Le extiende la mano y le dice: “¡Uhh, estás más flaco…!”. El otro no puede evitar sentir temor. Hace 39 años que Mazziotti es médico forense. Un colega del periodista intentará tranquilizarlo más tarde: “No importa si un forense te encuentra flaco, lo importante es que te encuentre vivo”. Pero el miedo a la muerte no impedirá que el entrevistado y el entrevistador fumen como escuerzos durante los 60 minutos que durará la charla, pese a que el segundo ya tiene tres stent coronarios. “Yo rechazo a la muerte. No a la mía, no le tengo miedo, pero sí a la de mis seres queridos”, dice Mazziotti en su despacho, ese que ocupa desde 2010 y que tiene en la puerta una placa que dice “Dirección”, en el edificio del Cuerpo Médico Forense.

¿Cree en Dios, doctor?, ¿cree que hay algo después de la muerte? “Sí, creo que hay algo. No sé qué, pero hay algo. Y yo no necesito intermediarios para conectarme con él. Tengo línea directa”.

Está cansado, él y todo su equipo. Han trabajado sin parar desde la tarde del viernes 7, cuando llegaron desde San Martín 16 cuerpos, la mayoría carbonizados y mutilados, lo que impedía saber exactamente cuántos eran y mucho menos sus identidades. “No es la primera vez que recibimos tantos cuerpos en un mismo día, pero sí es la primera vez que todas las muertes se producen en un mismo hecho y que estaban en ese estado”, reconoce el médico.

Gerardo Mazziotti ingresó al Cuerpo Médico Forense en 1979, cuando todavía no se había recibido. “Fue por necesidad”, reconoce. Después de recibirse y de hacer los dos años de posgrado, se quedó allí y se convirtió en un apasionado de la medicina legal. Fuera de este ámbito dice ser un enamorado “de los autos y de las mujeres”. Es un hombre de café, de amigos, se lo ve meticuloso y exigente en su trabajo y desestructurado en el trato.Ahora tiene 61 años. Hace 4 que se separó y desde hace un año y algo tiene una nueva pareja 11 años menor que él. “Es una psiquiatra, que además de vivir conmigo me sirve de terapeuta”, bromea. Tiene dos hijos, Marcela (29) es anestesióloga y Leonardo (22) estudia abogacía y acaba de rendir exitosamente Comercial, “que es una materia durísima”, dice su padre con innegable orgullo.

Es profesor titular de la cátedra de Medicina Legal en la UNCuyo y en la Universidad de Mendoza y ha publicado dos libros de estudio. El primero, Manual práctico de medicina forense (Ediciones Jurídicas Cuyo), lo dedicó “a aquellos que pasaron por esta vida, permitiéndonos adquirir conocimientos y experiencia (…)”. Esos que vivieron y después fueron cuerpos que debieron ser estudiados por Mazziotti y su equipo.

Esta semana, además de estudiar los 16 cuerpos de la tragedia de San Martín y de identificar cada uno, comunicó a cada familiar la cruda realidad.

No ha terminado. Ahora Mazziotti y su gente tratan de establecer si el chofer del camión estaba ebrio y había consumido algún psicofármaco cuando decidió viajar a contramano 12 km por la ruta 7 antes de chocó de frente con el ómnibus de la empresa Mercobus.

También el cuerpo de Genesio Mariano estaba calcinado. “Tomamos muestras. Para estos estudios no necesariamente se necesita extraer sangre, se puede hacer con cualquier fluido corporal, tejido muscular…”, explica. El forense debe estar despojado de subjetividad y con su cabeza abierta a descubrir cualquier cosa.

El lenguaje de los muertos

“Los muertos no hablan. Nosotros tenemos que hacerlos hablar”, agrega el director del Cuerpo Médico Forense.

“Uno no sabe cuándo va a estar frente a un caso importante, por eso todos deben tratarse con la mayor dedicación”, sostiene. Ejemplos: un hombre ahogado en un canal puede resultar un homicidio y no un accidente, que un aparente asesinato puede ser un suicidio, o a la inversa.

Mazziotti recuerda el caso de una pareja mayor que parecía haber hecho un pacto suicida y el estudio de los cuerpos permitió luego establecer que habían sido envenenados.

O aquel otro caso en donde se pudo determinar que una bala policial había matado a un adolescente y que no había sido un “ajuste de cuentas” como se quiso disfrazar.

Cada vez más jóvenes quieren seguir la carrera

“Es cierto, en los últimos años los jóvenes se interesan más por ser médicos forenses. Eso es por las series de televisión. Pero deben tener en cuenta que para serlo además de recibirse de médicos deben hacer un posgrado de dos años. Es una profesión exigente”, dice el director del Cuerpo Médico Forense de Mendoza.

Entre tantos casos en los que intervino Gerardo Mazziotti fue parte del equipo de médicos forenses que estudió a la momia descubierta en el filo sudoeste del Aconcagua el 8 de enero de 1985. También el médico realizó estudios sobre la momia encontrada en el cerro Chuscha, en Cafayate.

En las numerosas causas criminales todavía algunos recuerdan el hecho ocurrido 4 de julio de 2006. Mazziotti estudió el cadáver de Lucas Cano, un niño de 2 años. Allí se logró descubrir que lo que había parecido ser una muerte accidental era en realidad un homicidio y los padres del pequeño fueron detenidos y procesados.

El médico dice que en esencia el trabajo del forense es el estudio de “los muertos y de los muy vivos, con el objeto de llegar a una verdad posible”, refiriéndose a que muchos tratan de disfrazar la realidad para lograr la impunidad o algún beneficio.

En el Cuerpo Médico Forense se realizan unas 1.000 autopsias anuales no sólo de hechos criminales sino para establecer motivos del fallecimiento y descartar posible mala praxis.