Rosana [email protected]
Fue acribillado en la puerta de su casa en Capital, ante su mujer y sus hijos. Hubo dos detenidos, pero los liberaron. Y no hay testigos que hayan dado pistas de los asesinos.
Fue acribillado en la puerta de su casa en Capital, ante su mujer y sus hijos. Hubo dos detenidos, pero los liberaron. Y no hay testigos que hayan dado pistas de los asesinos.
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Sus hijos crecieron y no dejan de preguntar dónde está su padre. Nadie puede responderles. No porque su familia eluda las preguntas de los niños, sino porque el crimen del médico Sebastián Prado, ocurrido hace exactamente un año en la Sexta Sección, de Ciudad, tiene aún más interrogantes que respuestas.
Los únicos detenidos tenían coartada y quedaron libres, no hay testigos que puedan dar pistas sobre los asesinos, la intervención de líneas telefónicas de sospechosos no aportó nada y para peor, nunca se dio con el arma homicida. Pero todo eso no lo puede entender un niño que necesita a su papá.
El 6 de setiembre del año pasado, cuando asesinaron a Sebastián Prado (36), su hijito mayor tenía dos años y medio, y el bebé sólo 8 meses. Esa noche, ambos estaban en el asiento de atrás de la camioneta de Prado, a donde acababa de subirlos su madre, Gabriela.
Quizás el más grande pregunte porque recuerda que su padre iba a subir a la camioneta para ir al cumpleaños de un primo, pero nunca subió. Escuchó gritos y un par de explosiones, y su papá no volvió. Los investigadores del caso, pese a que el crimen tuvo gran repercusión mediática y eso presionó a las autoridades del Ministerio de Seguridad, no saben mucho más que el pequeño. Pocos días después del asesinato detuvieron a dos sospechosos que se movilizaban en moto, igual que los asaltantes, y llevaban consigo un revólver calibre 32, el mismo calibre usado en el hecho. Pero más tarde, uno de ellos, mozo en un bar de la calle Arístides Villanueva, pudo probar que estaba trabajando ese día y su jefe sirvió de coartada. El otro también fue desvinculado.
Más tarde, los pesquisas al mando del fiscal de Delitos Complejos Daniel Carniello intervinieron celulares de unos sospechosos que habrían trabajado cerca de la casa de calle López de Gomara al 700, casi Perú, pero de sus comunicaciones no surgió nada que los vinculara al homicidio.
Desde que ocurrió el asesinato, la madre de Prado, Blanca Lidia Sotelo, no dejó de escribir mes a mes una carta que enviaba a los medios, quizás con la única esperanza de poder llegar así al autor de los disparos fatales.
Cada 30 días, Blanca no dejaba de preguntarse y preguntarle al homicida ¿por qué? Sus cartas y sus interrogantes siguen tan vigentes e intactos como si hiciera sólo un mes de la muerte de Sebastián. Ahora, a un año del crimen, fue el puño de Andrea Prado, hermana de Sebastián, quien escribió la carta “porque mi mamá está muy dolida y enferma. En realidad, esto enfermó a toda la familia”, dice al contestar el teléfono.
“Heridas de la inseguridad”Sebastián era el menor de 4 hermanos y según sus allegados “era de esos tipos queribles, que convertía el patio de su casa en la plaza del barrio”. De esa época de niñez, es de donde Andrea rescata la imagen que hoy refleja su tristeza: “La Navidad del año 2009 mi madre nos regaló a mis hermanos y a mí un árbol genealógico, listo para enmarcar, hermoso, con una estética impecable, realizado por una dibujante; hoy sólo es tristeza, nunca volverá a ser el mismo”, lamenta.
Y si bien su carta deja entrever la impotencia de haber perdido a su hermano en manos de “la barbarie”, quizás desde su perspectiva de trabajadora social que se desempeñó en el Sistema Penitenciario, busca darle alguna respuesta a la recurrente pregunta de su madre sobre cómo será la cara del asesino de Sebastián. “Probablemente sea un rostro en el que se refleja la pobreza, la marginalidad, el dolor, la desesperanza, el vacío de valores, la violencia y hasta el odio; como miles de internos que tuve la oportunidad de entrevistar en mi trabajo diario; todos ellos, víctimas del sistema”, especula y aclara que desde su visión “también Sebastián fue una víctima más, y se reflejan en mi mente conceptos como: desigualdad, injusticia, impunidad, inmunidad, corrupción, desidia, abandono y delincuencia organizada entre tantos...”.
Las dolidas palabras de Andrea concluyen su carta marcando tres heridas que dejó la inseguridad: “La herida incurable en el corazón de mis padres, en el de Carla y en mis sobrinos; una herida en la comunidad médica que ha perdido a un profesional que no pudo ayudar a pacientes oncológicos, y en la sociedad por la impunidad que reina en la causa. Por todo eso, sólo nos queda seguir pidiendo justicia”.