Pasó por distintas etapas, por medicaciones, por cambios de profesionales. Su adolescencia no fue fácil y muchas veces la acompañaron episodios depresivos. "A mis 16, 17 y hasta terminar quinto año estuve medicada. 2024 fue el primer año que yo dejé de tomar medicación hasta septiembre. Siempre igual he estado acompañada de terapia", sostiene.
Ese acompañamiento también fue tambaleante. Algunas veces las pastillas ayudaban, otras la dejaban sintiéndose "como un zombie". "Sentía que no tenía cabeza propia", dice.
La inteligencia artificial y el ChatGPT como soporte diario
Fue entonces que, en medio de otro reinicio de tratamiento, comenzó a apoyarse en ChatGPT. “Cuando empecé a tomar un estabilizador del ánimo porque tengo muchos picos de mucha ansiedad o muchos bajones, consulté por síntomas: mareos, insomnio, cambios de humor o irritabilidad. Me ayudó, me dio respuestas de acompañamiento y me ofrecía llevar diariamente notas de cómo me sentía para ver si mejoraba o no”, expone.
La medicación nueva se llamaba, según recuerda, Latrigin (Lamotrigina). "No era ni antidepresivo ni ansiolítico. Me lo recetaron para dejar de tener picos tan altos de ansiedad o de caídas muy profundas".
El psiquiatra fue claro y acompañante. Le explicó que debía subir la dosis de a poco, de 25mg en 25mg hasta llegar a 100mg. Pero el miedo estaba. "Yo tenía miedo de volver a ser un zombie como me pasó cuando tomé una pastilla que no era para mí. Entonces acudí a ChatGPT y le pregunté", recuerda.
La primera respuesta no fue alentadora. El sistema le advirtió sobre los riesgos de automedicarse. Sofía, sin embargo, fue clara: tenía prescripción, estaba bajo tratamiento. Fue entonces cuando el tono cambió. El chatbot empezó a ofrecer información precisa, advertencias, seguimiento. "Me explicaba que los mareos y eso podía ser normal porque mi cuerpo se estaba acostumbrando. Me quiso hacer un seguimiento mensual. Todos los días, si yo quería, él me preguntaba cómo me sentía".
El chat GPT y el valor de la escucha sin juicio
En su relato hay un detalle que destaca: la ausencia de juicio. "Es un gran factor. Chat no te juzga. He pasado por muchos psicólogos y lo que busco ahora es alguien que realmente me responda algo que yo no pueda pensar sola. Si voy a pagarle a un profesional, quiero que me aporte una mirada distinta, algo que me vuele la cabeza".
Sofía ha cambiado de terapeutas muchas veces. "No me gustan los psicólogos mediocres. No quiero ir, hablar y que me digan 'tratá de salir a caminar'. Eso ya lo escuché de mi mamá, de mi amiga. Necesito algo más", advierte.
Cuando viajó a San Rafael un fin de semana y olvidó la medicación, fue el chat quien le advirtió que no podía cortar la toma por dos o tres días. "Me dijo que podía tener muchos cambios de humor y que después tenía que volver a empezar el tratamiento desde cero, escalando la dosis otra vez. Me recomendó que pidiera una receta y fui corriendo a hacerlo", recuerda.
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Los adolescentes y el uso cotidiano del ChatGPT. Las consultas psicológicas, a la orden día.
Archivo Diario UNO
La inteligencia artificial, para ella, fue como una bitácora. Le hablaba, la guiaba, la recordaba. "Yo le escribía y me respondía: 'Hola Sofía, ¿querés seguir con el rendimiento del mes?'. Ya tenía mis datos, mis síntomas, mis dudas".
Una familia entera fan del chat
"En mi casa somos todos pro ChatGPT. Mis papás pagan la versión Plus. Mi mamá es vicedirectora de colegio y me da tips para usarlo. Lo usa para todo. Yo también. Ya casi no entro a Google, directamente uso ChatGPT", señala Sofía.
Lo que podría sonar extraño en otras voces, en Sofía es natural. Ella es parte de una generación que nació entre pantallas y que, sin embargo, sigue buscando contención, palabras, miradas que sumen.
"El Chat me explicó lo mismo que mi psiquiatra: que hay gente que no tolera esta droga y que, si salía un sarpullido, tenía que ir al médico urgente. Me dio las mismas advertencias que un profesional real. Y eso, para mí, fue valioso", destaca.
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El ChatGPT como guía para temas de salud mental, una variante que se instala.
Archivo Diario UNO
Pero Sofía no descarta la importancia de los psicólogos. Al contrario, los admira, los busca. "Amo los psicólogos realmente inteligentes, pero me cuesta encontrar. Necesito que me expliquen cosas que no entiendo. No me sirve ir a hablar sola", insiste.
Quizás, lo que plantea Sofía no sea una sustitución, sino una transformación. En su mundo, la IA no reemplaza a los profesionales, sino que los complementa. Es una herramienta más, como un cuaderno de notas que habla.
No se trata de idealizar ni de minimizar riesgos. Pero su historia abre una puerta. En un contexto en el que las enfermedades mentales crecen y muchos adolescentes se sienten incomprendidos, tal vez la tecnología pueda ser un puente. Un puente que, como el chat, no juzga. Solo escucha, responde y está.