Rosa cocina y los vecinos más carenciados se acercan con sus recipientes
Rosa lleva un registro en papel: anota cuántas personas integran cada familia para calcular cuántas porciones preparar. A veces son cinco, seis, otras veces ocho o más. “Hay noches en las que llegamos a dar 170 viandas. Se acercan con lo que tienen: tupper, ollitas, botellas. Y se llevan la comida para compartir en familia”, cuenta.
El menú varía según los ingredientes disponibles: guiso de arroz, polenta, lentejas, albóndigas, carbonada. También prepara chocolatadas y, en ocasiones, pan casero. La medida es estándar: dos cucharones por persona, y siempre acompañados por un bollito de pan. “La idea es que puedan llevarse algo calentito, algo que les sirva para pasar la noche con el estómago lleno”.
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"Cuando mi nieto estuvo enfermo todos me ayudaron. Hoy tengo que devolver lo que recibí", dice Rosa.
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Buena parte de los alimentos salen de su bolsillo, pero también recibe donaciones de vecinos y comerciantes. “A veces me traen carne, condimentos, verduras. Incluso me donaron leche para hacer el chocolate”, detalla. Y menciona con especial gratitud a una persona que prefiere mantenerse en el anonimato: “Siempre ayudó a los que menos tienen, y ahora me está dando una mano muy grande con el comedor. No quiere que diga su nombre, pero gracias a él esto se puede sostener”.
Sus hijos y nietos también colaboran a diario. La ayudan a pelar cebolla, picar verduras, preparar las ollas. “Estoy enferma de los riñones, tengo piedras y me tengo que operar. Pero mientras pueda, sigo”, dice.
Un gesto solidario que crece en La Paz
La red que Rosa construyó desde su casa se fue ampliando. A través de un grupo de WhatsApp, coordina con las familias que reciben las viandas. “Les pedí a cada uno un número de teléfono y vamos viendo los casos. Ellos mismos van avisando si hay alguien más que necesita. Así se van sumando”.
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Bollitos de pan casero listos para hornear y entregar a los vecinos de La Paz que menos tienen.
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Quienes la conocen no se sorprenden por su iniciativa. “Toda la vida fue muy solidaria. Lo lleva en la sangre. Su papá también ayudó a mucha gente”, comenta una vecina que la acompaña en el día a día.
El empuje solidario de Rosa también está vinculado con su historia personal. Hace años, cuando su nieto se enfermó gravemente siendo apenas un niño, recibió mucho apoyo. “La gente me ayudó tanto con oraciones, con cadenas solidarias, que yo siempre quise devolver algo. Nunca voy a poder devolver todo lo que hicieron por mí, pero intento”, reflexiona.
Un bingo para juntar abrigo y alimentos
En paralelo a la distribución de comida, Rosa está organizando un bingo solidario para el que ya recibió premios donados por la comunidad. La propuesta es sencilla: quienes se acerquen con dos o tres prendas de abrigo, una frazada o un alimento no perecedero, recibirán uno o dos cartones de bingo para participar del sorteo.
El evento se llevará a cabo en el Club Juventud Unida, uno de los espacios más importantes del departamento. “Es un club calefaccionado, cómodo, y es donde se hacen muchas actividades sociales. Queremos que todos puedan venir”, explica.
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"Pongo de mi bolsillo, pero también recibo donaciones", explica la vecina solidaria.
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Entre los premios ya confirmados hay un cartón lleno por 30 mil pesos, una cuatrina por 20 mil, una cuaterna con una mesa servida y una terna con una bolsa de verduras. La fecha tentativa es este jueves, aunque resta confirmación oficial por parte de la organización.
“La idea es seguir generando ayuda. Con lo que juntemos vamos a poder dar más abrigo, más alimentos. Y además es una forma de sumar a quienes quieren colaborar, pero a veces no saben cómo”, dice Rosa.
“Lo que hace es admirable. No solo da de comer, también organiza, piensa en cómo ayudar a más gente, busca la forma de no exponer a quienes más sufren. Y todo desde su casa, con lo que tiene a mano”, resume una de las personas que colabora con ella a diario.
Por ahora, el comedor funciona cada noche, sin interrupciones. Y Rosa, aunque cansada, no piensa frenar. “Mientras haya necesidad, y mientras yo tenga fuerzas, voy a seguir. Porque no se trata solo de dar comida, sino de estar”.