Esta ave es de cabeza y pico pequeños, cuerpo robusto y voluminoso y una altura aproximada de dos metros. Después del avestruz africano, es el ave de mayor tamaño que existe. Estos pájaros se congregaban en grandes bandadas y devoraban cosechas de frutas, semillas y granos, poniendo en riesgo la economía agrícola de la región. Intentaron varias soluciones, desde trampas hasta cazar, pero la población seguía creciendo y causando daños.
Estas aves puede alcanzar una velocidad de 50 kilómetros por hora. Y fue precisamente esta característica, y sus hábiles y rápidos movimientos, lo que las ayudó a salir airosas de lo que aún se conoce, en tono satírico, como "la Gran Guerra del emú"
En 1932 se llevó a cabo una curiosa operación militar para contener a estas aves. Muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial se habían transformado en agricultores. Desgraciadamente, para ellos, su prosperidad se vio alterada con la llegada de 20.000 emús, cuyas rutas migratorias los llevaban regularmente hacia la costa desde las regiones interiores del continente después de la época de cría. Estos pájaros encontraron un ambiente próspero en las tierras recién cultivadas.
Los agricultores y autoridades intentaron combatirlas con diferentes métodos, pero las aves demostraron ser mucho más difíciles de controlar de lo esperado. Además, las leyes de protección a la fauna dificultaban una erradicación masiva.
Como respuesta, el Ministerio de Defensa envió a un grupo de soldados armados con ametralladoras Lewis y 10.000 cartuchos de munición, liderados por el mayor G.P.W. Meredith. El objetivo: eliminar a los emús.
Las primeras incursiones fueron un fracaso. Las lluvias dispersaron a los emús, lo que obligó a posponer los ataques. Cuando finalmente el clima mejoró, los soldados intentaron emboscarlos, pero las aves demostraron ser rápidas, resistentes y sorprendentemente difíciles de alcanzar.
En una de las estrategias, montaron una ametralladora en un camión para perseguirlas, pero resultó inútil: el vehículo no podía alcanzar la velocidad de las aves y el artillero no logró disparar ni un solo tiro certero.
En total, tras semanas de intentos, se dispararon miles de balas, pero se abatieron apenas unas pocas aves, mientras muchas otras escapaban en grupos desorganizados pero efectivos. La operación fue considerada un fracaso militar y logístico, y se canceló poco después. En lugar de usar armas, se promovió el uso de cercas de exclusión para proteger los cultivos, una técnica que luego se expandió para frenar también el avance de dingos, conejos y otros animales.