"Quien robó mi traje de baño" escribían algunos, mientras otros nombraban específicamente a sus enemigos. Para intensificar el hechizo, envolvían las tablillas alrededor de huesos de pollo o incluían figurillas de arcilla perforadas. El maleficio permanecía activo mientras la tablilla estuviera oculta; si alguien la encontraba y la sacaba, perdía su poder.
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El estudio determinó que el libro de las Revelaciones tenía textos inspirados en estas tablillas.
Los arqueólogos han encontrado más de 1.700 tablillas de maldición en todo el mundo romano, desde Roma hasta Britania. La costumbre se extendió junto con las legiones romanas, y aunque estaba prohibida, mucha gente la practicaba en secreto.
Quienes querían potenciar su maldición usaban elementos adicionales como figurillas atadas o huesos envueltos alrededor de las tablillas. Hoy podemos estudiar con detalle cómo funcionaban porque la gente los escondía tan bien que quedaron intactos durante siglos.
Un estudio que conecta maldiciones romanas con el Apocalipsis
Lo interesante del estudio de Hölscher es cómo conecta los rituales clandestinos de maldición con los textos cristianos primitivos, especialmente el libro del Apocalipsis. El texto bíblico, escrito en Asia Menor bajo dominio romano, usaba un lenguaje simbólico y codificado para dar esperanza a las minorías cristianas que vivían bajo opresión.
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Para intensificar el poder de la maldición, los romanos la envolvían alrededor de un hueso.
Varios pasajes del Apocalipsis reflejan rituales de maldición antiguos. En el capítulo 13, una bestia que surge del mar lleva nombres blasfemos en sus cabezas, tal como los nombres grabados en una tablilla de maleficio. Hölscher interpreta a la bestia como representación del emperador romano, y el motivo de la maldición simboliza la condenación divina.
El capítulo 18 describe la caída de Babilonia (metáfora de Roma) con un gran ángel que arroja una piedra al mar, similar al acto de hundir una tablilla maldita para desterrar a un enemigo. Así, el Apocalipsis usa los propios rituales prohibidos de los romanos contra ellos, presentando al Dios cristiano como más poderoso que cualquier deidad romana.
Estas conexiones demuestran cómo los primeros cristianos conocían las prácticas mágicas del Imperio Romano y las incorporaron en sus textos sagrados. La Biblia no rechaza completamente el concepto de maldición, sino que lo reinterpreta dentro del contexto cristiano.