Resolver un crimen de hace 700 años parece imposible, pero eso es exactamente lo que hizo Manuel Eisner, un criminólogo de Cambridge que revisó documentos antiguos y terminó descubriendo quién mató a un sacerdote en pleno centro de Londres en 1337. Su estudio sugiere que detrás del asesinato de John Forde estaba una mujer de la alta sociedad inglesa que buscaba venganza. Y la consiguió de la manera más brutal.

Eisner encontró cartas del Arzobispo de Canterbury y registros de tribunales que cuentan una historia llena de traiciones. Ela Fitzpayne, una aristócrata con mucho temperamento, habría mandado a matar al sacerdote que antes era su amante. El motivo era simple: el hombre la delató ante la iglesia y ella tuvo que pasar años caminando descalza como penitencia. En la Inglaterra medieval, eso era una humillación terrible para alguien de su posición social.

El crimen que conmocionó Londres medieval

El hecho ocurrió un viernes por la tarde en Cheapside, una zona muy transitada de Londres. John Forde caminaba tranquilo cuando otro sacerdote, Hasculph Neville, lo detuvo para conversar. Era una trampa. Cuatro hombres aparecieron y lo atacaron cerca de San Pablo. Hugh Lovell, hermano de Ela Fitzpayne, le cortó el cuello con una daga de 30 centímetros. Los otros dos lo apuñalaron en el abdomen.

El estudio muestra que el jurado del caso tuvo 33 miembros. Era una cantidad excepcional para la época, lo que indica que las autoridades sabían que este crimen era importante. Los jurados identificaron a todos los asesinos pero dijeron que no sabían dónde encontrarlos. Era evidente que no querían enfrentarse con una familia tan poderosa. Así funcionaba la justicia cuando había dinero y contactos de por medio.

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En el estudio se investigó la densidad de homicidios en diferentes áreas de Inglaterra.

En el estudio se investigó la densidad de homicidios en diferentes áreas de Inglaterra.

Westcheap era una zona conflictiva en esa época. Había mercados, tabernas y gremios que constantemente tenían disputas. Pero este asesinato fue diferente. Lo hicieron a la vista de todos, en horario de mucha gente, como enviando un mensaje. Era una demostración de poder, algo así como "hacemos lo que queremos y nadie nos va a tocar".

De todos los asesinos, solo uno terminó preso. Hugh Colne, que había trabajado para los Fitzpayne hasta poco antes del crimen, fue encarcelado cinco años después. Los demás desaparecieron y nunca los juzgaron. La investigación de Eisner demuestra lo corrupto que era el sistema judicial cuando se trataba de gente con poder.

Un estudio revela los motivos del asesinato

Eisner encontró una carta del Arzobispo Simon Mepham donde acusa a Ela Fitzpayne de mantener relaciones con múltiples hombres. "Caballeros y otros, solteros y casados, e incluso con clérigos de órdenes sagradas", dice textualmente. Entre todos esos amantes, menciona a uno solo por nombre: John Forde. No era casualidad. El sacerdote claramente la había entregado.

El castigo que le impusieron a Ela era tremendamente humillante. Tenía que caminar descalza por toda la catedral de Salisbury llevando una vela pesada, y repetirlo cada otoño durante siete años. Para una mujer de la alta sociedad era peor que ir a prisión. Las cartas muestran que ella se negó rotundamente y la excomulgaron. La investigación sugiere que ahí empezó a planear su venganza.

Forde estaba en una posición complicada. Era rector de una iglesia en las tierras de los Fitzpayne, es decir que dependía de ellos para su trabajo. Pero también tenía que obedecer a la iglesia. Cuando el Arzobispo empezó a presionarlo, eligió salvarse y delató a su ex amante. Fue un error grave. En la Inglaterra medieval, traicionar a los patrones aristocráticos podía costar la vida.

Mientras Ela recibía años de humillación pública, Forde salió sin castigo. Esa diferencia de trato debe haber sido lo que colmó su paciencia. El estudio concluye que la noble esperó el momento perfecto para ajustar cuentas. Y cuando llegó la oportunidad, no dudó en mandar a sus sicarios a cortarle el cuello en plena calle.

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