Kolmanskop es un pequeño pueblo fantasma minero alemán abandonado a principios del siglo XX, a pocos kilómetros de la ciudad costera de Lüderitz, en Namibia. Su historia comienza en 1908, cuando un trabajador ferroviario encontró un diamante en la zona mientras realizaba tareas de mantenimiento.
Rápidamente, la noticia llegó a oídos de las autoridades alemanas (ya que Namibia era entonces colonia de Alemania), quienes iniciaron una explotación intensiva del lugar.
Para ponerlos en contexto, las potencias europeas sellaron el reparto de África en la conferencia de Berlín en 1884. Alemania, que tuvo colonias en el territorio de los actuales Camerún, Togo y Tanzania, se anexó también la costa suroeste del continente africano, actualmente Namibia.
Así nació Kolmanskop, una ciudad que creció de forma vertiginosa gracias a la riqueza de los diamantes. En poco tiempo, sus habitantes vivían con lujos que contrastaban con el desértico paisaje, contaba con hospital, escuela, teatro, fábrica de hielo, planta eléctrica, casino, y hasta el primer tranvía del sur de África.
El sueño duró poco, pues todo lo que rápido llega rápido se va. Para la década de 1930, los yacimientos de diamantes empezaron a agotarse y se descubrieron reservas mucho más grandes en el sur, en la zona de Oranjemund. Esto provocó un éxodo masivo. En 1956, Kolmanskop fue oficialmente abandonada por todos sus habitantes.
Desde aquel entonces, las dunas del desierto comenzaron a invadir las casas, las escuelas y los hospitales, ya no había quien mantuviera vivo el lugar. El viento del Namib, inclemente y constante, fue sepultando lentamente todo lo que la codicia humana había construido. Hoy, este pueblo es una atracción turística única en el mundo, y permiten recorrer las casas abandonadas, muchas de las cuales están invadidas por arena hasta las ventanas.