“Porque la clave del amor, como me dijo alguna vez mi analista, está en reconocer los defectos del otro y preguntarse sinceramente si uno puede tolerarlos sin estar todo el tiempo protestando, y ser feliz a pesar de ellos.”
Convivir con lo que no se elige del otro
Aceptar al otro
El amor se trata de aceptar al otro
Toda relación pone frente a frente dos mundos distintos. Es común que, con el paso del tiempo, aparezcan manías, actitudes o costumbres que pueden resultar incómodas. Pueden ser pequeños gestos como dejar los platos sucios en la pileta hasta un tono de voz que sube en discusiones, lo que al principio se tolera, puede convertirse en motivo de enojo constante.
La clave de este consejo no está en cambiar al otro, sino en evaluar si esas diferencias realmente impiden construir una vida en común. Protestar sin parar desgasta el vínculo. Pero aceptar no significa resignarse, sino tomar conciencia de que nadie es perfecto y que el amor también se construye en la imperfección compartida.
Cuando amar también es decidir qué no pelear
De acuerdo con lo que nos dice el consejo de hoy del escritor, en lugar de enfocarse en lo que molesta, muchas veces es más sano poner el foco en lo que une. Si una persona llega siempre tarde, pero está presente cuando más se la necesita, tal vez eso valga más que la puntualidad. Si alguien es desordenado, pero es empático, atento y cariñoso, quizás sea más sabio valorar lo esencial.
Esta mirada no niega el derecho a expresar lo que incomoda, pero propone hacerlo sin convertirlo en un reproche eterno. Se trata de elegir las batallas y comprender que hay cosas que, por más que se pidan, no van a cambiar.
Ser feliz a pesar de los defectos
La frase de Rolón no nos llama a aguantar lo intolerable ni a silenciarse frente a lo que duele. Invita, más bien, a preguntarse si lo que molesta define a la otra persona o si es solo una parte dentro de un todo más valioso.
En definitiva, amar también es algo que elegimos diariamente, elegir quedarse, incluso sabiendo que el otro no es perfecto. Y elegir ser feliz no a partir de lo ideal, sino de lo posible y compartido. Porque cuando se logra convivir con lo que falta, sin perder la alegría, ahí es cuando el amor se vuelve verdaderamente fuerte.