El dueño de los animales no esperó a la policía: juntó un grupo de amigos y fue a buscar al maleante a la casa que usurpaba. Imperdible crónica de una versión campestre de la justicia por mano propia.

Un cuatrero de Palmira recibió su merecido tras robar caballos y faenar uno de ellos

Por UNO

Por Enrique Pfaab

No hay que meterse con la gente del campo. Mucho menos con uno de sus bienes más preciados: el caballo. Esto no fue tenido en cuenta por un cuatrero palmirense que después de robar y faenar uno de los dos equinos hurtados, sufrió la ira de su víctima. El paisano lo fue a buscar, lo encontró y le destrozó el interior de la casa. Aprovechando la ocasión la dueña legítima de la vivienda, que había sufrido la usurpación del inmueble, la demolió.

Todo comenzó entre la tarde y la noche del miércoles. Un vecino de Chapanay, de unos 35 años, descubrió que le habían robado sus dos queridos e indispensables caballos, compañeros de trabajo y de horas de soledad entre surcos e hileras.

“¡Que los remil…!”, dijo, y no tuvo ni paciencia ni civilidad suficiente como para contener su furia y recurrir a la Justicia. Decidió averiguar por su cuenta quien había sido el autor de semejante afrenta.

Hizo los contactos necesarios, habló con quien debía hablar y llegó hasta su objetivo: un hombre, también de unos 30 como él, dueño de un burdo prontuario por delitos contra la propiedad y, especialmente…¡cuatrerismo!.

No fue difícil ubicar el domicilio en donde vivía: Avenida del Libertador al 1.500, de Palmira. El supuesto ladrón usurpaba esa vivienda desde hace años y allí debería estar él y los benditos caballos. Entonces, no sin antes pedir la ayuda oportuna de algunos amigos de buena ley, salió la víctima rumbo al domicilio del victimario.

Llegó, entró pateando las puertas y se abalanzó sobre el sospechoso quien, de puro julepe, confesó el robo.

En el patio estaban los equinos. Uno gozaba de buena salud pero el otro…, del otro solo quedaban los huesos.

La víctima enloqueció y comenzó a destrozar la casa. Mesa, sillas, electrodomésticos, televisor, todo voló hecho pedazos por el aire. El ladrón, presagiando que él mismo sería el próximo en ser despedazado, eligió la cobarde huida. Desapareció. Todavía anoche lo buscaban.

Descargada su bronca el paisano fue hasta la Comisaría 28 y denunció el caso. En la mañana de ayer el personal de la Unidad Investigativa de San Martín allanó la casa de Libertador al 1.500. Tal como se les había informado allí estaba el caballo sano y la osamenta del otro. También se encontraron los cuchillos y el hacha con la que se había desgraciado al pobre bicho. La Fiscalía ordenó la captura del cuatrero y mientras se lo declaraba formalmente prófugo, quiso el destino que la ruin maniobra tuviera un segundo castigo casi inmediato.

Resulta ser que el cuatrero era usurpador de la casa en donde vivía desde hace años. La dueña legítima había lidiado durante años por tratar de desalojarlo, sin lograr el objetivo.

Entonces la señora vio la gran oportunidad: “casa vacía, casa derrumbada”, pensó. Valía la pena pagar el precio con tal de sacarse de encima semejante espécimen. Y así fue. Ayer solo quedaba de esta historia una causa judicial por robo de ganado mayor y un montón de ruinas.