Habían estado trabajando la mañana del sábado y resolvieron juntarse por la tarde para beber algo y comenzar a disfrutar del fin de semana. Fueron en la camioneta hasta San Martín y allí comenzaron a entreverarse con algunas cervezas. A las 20.20 el alcohol se había cobrado algunas víctimas. Entonces decidieron regresar. “Estoy muy tomado, manejá vos”, le dijo el dueño de la F 100 a su amigo, que había bebido menos.
Un rato antes Gradys Cristina Caicedo (52) y su hijo Alexis Alejandro Moreno (10) habían subido a la moto 110 centímetros cúbicos para hacer algunas diligencias. Ya estaba oscuro. Iban por el carril Montecaseros a una velocidad moderada, sin apuro.
Eran las 20.30. Los albañiles llegaron al cruce de Montecaseros y ruta 7. Hablaban y quizá reían. Alexis abrazaba a su madre desde atrás. No se vieron. O fue tarde cuando se dieron cuenta. Tal vez la inexperiencia del improvisado chofer de la F 100 también conspiró. La camioneta atropelló a la moto. Gladys murió instantáneamente. Alexis quiso volver a abrazarla 3 horas después.
Aturdidos, asustados y todavía con algún efecto etílico los dos albañiles decidieron escapar de la escena. El personal de Investigaciones comenzó a reunir datos y, gracias a algunas pistas que nunca se explican, detectaron un par de domicilios en donde podía estar el vehículo. A partir de allí montaron pacientes guardias. Uno de esos datos era el correcto.
El martes a la mañana un comedido policía de calle detectó una camioneta chocada y decidió preguntarle a su dueño si ese accidente había ocurrido el sábado. “Si”, contestó el hombre. El uniformado creyó tener el caso resuelto pero, en realidad, estuvo a un paso de confundirlo. No se le ocurrió consultar dónde y como había sido el choque que, en realidad, se había producido a 15 kilómetros de distancia del otro.
En estos tiempos los accidentes y las estupideces son muy frecuentes. Pero Investigaciones no se apartó de su línea de trabajo y el miércoles a la noche interceptó a la F 100 y a los dos albañiles y los llevó hasta la dependencia policial. Los dos trabajadores, apenas vieron que los peritos comenzaron a revisar el vehículo confesaron todo: Habían huido, le habían cambiado una mica y un faro rota y le habían repintado un ligero abollón. Después la embarraron completamente. Se olvidaron de quitarle los cabellos y la sangre que habían quedado pegados en la parte baja del chasis. Uno fue imputado por homicidio culposo. El otro por encubrimiento. La Justicia encontrará las respuestas técnicas. La vida seguirá siendo absurda por momentos. La muerte aún más.