El científico ruso y los cadáveres que hallaron en su casa
El científico ruso y los cadáveres que hallaron en su casa
El atroz hallazo de los cadáveres
Anatoly Moskvin atribuyó su fascinación por lo macabro a un incidente de su infancia. A los 13 años fue interceptado por un grupo de personas vestidas de negro que lo obligaron a participar en un ritual fúnebre. Lo llevaron ante el ataúd de una niña de 11 años y lo forzaron a besar el rostro del cadáver.
Como adulto, Anatoly Moskvin llevó una vida recluida. Nunca se casó ni tuvo relaciones sentimentales, vivía con sus padres y se abstenía de fumar o beber alcohol. Su vida parecía dedicada al estudio y a su peculiar interés por los cementerios.
Entre 2005 y 2007, fue comisionado por un colega para documentar más de 700 cementerios, un proyecto que lo llevó a caminar hasta 30 kilómetros diarios, dormir en granjas abandonadas o incluso en ataúdes de cadáveres.
Pero lo que comenzó como un interés académico se transformó en algo siniestro. Entre 2010 y 2011, exhumó los cadáveres de al menos 26 niñas y mujeres jóvenes de cementerios locales.
El científico ruso y los cadáveres que hallaron en su casa
El científico ruso y los cadáveres que hallaron en su casa
En su departamento, que compartía con sus padres, los momificó utilizando técnicas que demostraban un conocimiento avanzado de preservación. Los cuerpos fueron vestidos con ropa infantil, maquillados y colocados en poses que simulaban actividades cotidianas, como sentarse o leer.
Algunos de los cadáveres tenían cajas de música insertadas en sus torsos; en uno se encontró un corazón humano seco. Sus padres, sorprendentemente, creían que estas figuras eran muñecas grandes, ignorando la verdad detrás de la colección de su hijo.
El descubrimiento ocurrió el 2 de noviembre de 2011, cuando la policía de Rusia investigando profanaciones de tumbas, allanó su apartamento.
Tras su arresto, Anatoly Moskvin fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide tras una evaluación psiquiátrica. En mayo de 2012, fue declarado no apto para enfrentar un juicio penal y se le ordenó tratamiento psiquiátrico obligatorio.
Desde entonces, ha permanecido en un hospital psiquiátrico, donde su caso es revisado cada seis meses. Durante el juicio, las familias de los cadáveres profanados expresaron su dolor y furia, algunas exigiendo cadena perpetua o incluso la pena de muerte.