Más de 5.000 personas se sumaron a la carrera que nació como alternativa “para llamar la atención sin que se produjeran desmanes, como pasaba en las protestas que hacíamos antes. Un estudiante de arte propuso correr 1.800 horas, lo votamos y nos salió bien”. Dios contó en dos oraciones lo que al grupo estudiantil le costó mucho tiempo, trabajo y creatividad llevar a la práctica. El joven fue parte de numerosas reuniones de alumnos universitarios autoconvocados para debatir los métodos de protesta más adecuados para conseguir torcerle el brazo al gobierno del presidente Sebastián Piñera en materia de política educativa.
La maratón de 1.800 horas por la Educación alrededor de la sede del Gobierno fue el resultado de esas deliberaciones y se transformó en una de las más llamativas actividades de las que se inscribieron en el marco del conflicto que mantiene en pie de guerra a los estudiantes chilenos frente a la Administración Central. “A mi siempre me ha gustado disfrazarme y esta iniciativa me pareció un muy buen motivo para hacerlo”, contó Estefanía Lauría, estudiante de periodismo, quien optó por encarar la carrera de protesta con un disfraz, al igual que su mamá.
Los estudiantes montaron la línea de salida de la carrera de postas contra el tiempo frente a la Plaza de la Constitución, lindante con la Casa de la Moneda. Ahí se alzaron las voces para vivar a los corredores que se fueron sumando día a día. “Corrimos con lluvia, con frío, con sol, en todas las condiciones; a veces éramos muy pocos, pero pudimos aguantar hasta ahora siempre con alguien corriendo”, celebró Dios.
“Para hacer mi carrera tengo que terminar pagando 30 millones de pesos (poco menos de $30.000 argentinos), que es mucha plata y si pido un crédito se me va dos o tres veces más de plata”, se quejó el joven estudiante de Ingeniería. “Y sino devolvés el crédito te queda marcado el currículum y no te dan trabajo”, remató.