propia hija, el abominable que vivía entre nosotros con un sereno aspecto de persona normal,falleció ayer a las 14.30 en terapia intensiva del Hospital Central, tras 22 días de agonía y 11meses y medio en la cárcel por los abusos sexuales reiterados que cometió. Tenía 68 años. Con su deceso la condena judicial quedará pendiente, pero no la social, sentenciada y fuerade toda duda el día que las pruebas de ADN confirmaron su atroz conducta. Sin embargo, Cecilia, su hija, su víctima principal desde los 8 y hasta los 35 años, la madrede sus hijos, se dio por satisfecha con su partida de este mundo. Ayer expresó a
Diario UNO: "Me siento aliviada porque siempre me dijo que si iba preso seescaparía para buscarme y matarme". Pero el vínculo también pesó: "Tengo sensaciones encontradas. Fue mi padre y también elhombre que me robó la vida". Hace exactamente un año a Armando Lucero se le terminó su camino de impunidad. Su hija lodenunció ante la fiscalía tras 24 años de abusos sexuales y maltratos y fue detenido de inmediato. Su caso estremeció a Mendoza, atravesó las fronteras y se desparramó por todo el mundo. Laverdad revelaría más verdades. Días después de su detención, otra de sus hijas de su primermatrimonio confesó a este medio que había sido violada por Lucero. Y luego otra más. Pasó su último año de vida preso, solo y olvidado, con una conducta ejemplar, con asistenciaespiritual solicitada por él y dedicado a hacer artesanías en mimbre para matar los interminablesdías en la cárcel. Su insuficiencia respiratoria –un pulmón no le funcionaba por una vieja puñalada de lajuventud– y su condición de fumador arruinaron el pulmón que le quedaba. Se agravó con taquicardiay presión alta que lentamente sellaron su suerte. Murió asistido por el Estado, el mismo que no pudo salvar a sus víctimas.