En el segundo piso de su hogar en Dorrego tiene una habitación cubierta de estanterías. En una hay libros. Muchos títulos de ciencia ficción, fantasía y épica. Saltan a la vista autores como Tolkien y Liliana Bodoc. Y este no es un dato menor. Los universos imaginarios propuestos en esas novelas coinciden con otra de sus grandes inquietudes: los juegos de mesa.
En una esquina de ese mismo ambiente, las cajas ya no entran apiladas desde el piso hasta el techo. Gonzalo Casas (46) es empleado de Irrigación y cuando no está en el trabajo, prefiere despuntar la pulsión lúdica que siente desde niño. Tiene junto a sus libros exactamente 119 juegos de mesa, y quizás ningún mendocino supere en número y calidad esta colección.
"Los juegos son clave para la vida. Son una simulación donde si fracasás no pasa nada, ya que podés seguir probando. En lo cotidiano no tenemos esa chance. Jugar es importante porque nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros, como el deporte. El juego deja que soltemos facetas escondidas de nuestra personalidad", dice Gonzalo junto con su mujer, Martina Funes (46), y su hija, Manuela (16).
Los tres suelen pasar, cada tanto, horas desplegando fichas y cartas sobre algún tablero. Sin embargo, quien más lo acompaña en este pasatiempo es un grupo de amigos. "Lo tengo multado, no se dónde meter más cosas", dice su esposa con cariño, y Gonzalo mira a su hija y le retruca con humor que desde que ingresó a la adolescencia ese espacio que compartían quedó desplazado.
Palabra de experto
Consultado sobre la importancia de los juegos, Gonzalo explicó que sirven no sólo para divertirse ya que al practicarlos con frecuencia permiten trabajar habilidades cognitivas y por eso son considerados como una de las mejores herramientas para mantener activa la mente y para aprender y respetar reglas. También sirven para potenciar las capacidades sociales y de comunicación.
"Los juegos modernos tienen mecánicas que los clásicos o de primera generación no tienen", explica el coleccionista para marcar la distancia que separa a los juegos que surgieron después de los '90, es decir, los de tercera generación, con los que todos conocemos, como el TEG, el Estanciero o el Monopoly, algunos de los más populares en los hogares de la Argentina.
"Ahora no hay eliminación de jugadores, las mecánicas te hacen estar en partida todo el tiempo, hay objetivos ocultos que te impiden abandonar, todos los jugadores tienen metas y sobre todo, el dado está casi erradicado ya que el uso del azar es minimizado y lo que pesa son las estrategias", describe este aficionado, miembro del grupo que se reúne semanalmente en el Le Parc a jugar.
Desde hace dos años todos los jueves desde las 17 y hasta las 22 unas 30 personas usan una de las aulas del espacio cultural en Guaymallén para darle rienda suelta a su pasión lúdica. El grupo Sobremesa tiene su propia ludoteca con 100 juegos y está compuesto por participantes de todas las edades y lugares. En ese espacio se dictan talleres y las puertas siguen abiertas para todos.
"Mi sueño siempre fue poner un café lúdico"
"Mi sueño siempre fue poner un café lúdico", dice Gonzalo, y se le viene a la mente uno que hay en Chile, donde comenzó esta aventura. "Hace años en un viaje a Santiago con mi mujer llegamos a un negocio en el que compré mis dos primeros juegos. Al tiempo viajé con unos amigos a Viña del Mar, fuimos a una galería y compré otro. Desde entonces no paro de comprar", recuerda Gonzalo.
Sin embargo, es conciente de que su empresa es imposible, ya que cada año se lanzan oficialmente al mercado 2.000 juegos nuevos en la ciudad alemana de Essen, donde se desarrolla la mayor feria del mundo dedicada a los juegos de mesa. Ese número, sin contar a los autores alternativos que crean sus propios juegos por fuera de las grandes editoriales y el circuito comercial.
2 mil juegos de mesa se lanzan al año en la ciudad alemana de Essen, donde se desarrolla la mayor feria del mundo dedicada a esta actividad.