El Gobierno saliente dejó una economía que se fue alejando decididamente de un régimen de mercado, tal como lo dejan en evidencia los rigurosos controles al comercio exterior, en el mercado cambiario, además de las tarifas políticas de los servicios públicos.
El paulatino cierre de la economía que ello conlleva, generó una notoria disociación entre precios internos y externos, que fue alejando toda inversión privada. El creciente déficit público se transformó en el único combustible para sostener la economía, y su monetización dio lugar a una creciente inflación estructural desde hace más de 8 años.
Un interesante estudio de la consultora Econométrica pone el foco en esta situación. Advierte que el gobierno saliente entró en un círculo vicioso que no pudo, no supo o no quiso salir, condenando toda su última presidencia al estancamiento económico tras los rigurosos controles cambiarios y comerciales, sumado al notorio atraso de dólar y tarifas.
La política económica operaba mirando el corto plazo, concentrada en imponer más controles y más gasto público para sostener la actividad, mientras se agotaban las reservas del BCRA.
El nuevo gobierno entró decidido a salir rápidamente de ese círculo vicioso que sólo conduce a una crisis macroeconómica, y vuelve a poner el norte de la política económica en un régimen de mercado. Tal como impera en el resto del mundo y en casi todos los países de la región, e incluso en los primeros años de crecimiento a tasas chinas del gobierno saliente.
En sólo mes y medio, el nuevo gobierno buscó quitar todas las regulaciones que llegaron con el "cepo" al mercado cambiario, a las que sumó una notoria eliminación de las restricciones cuantitativas sobre el comercio exterior, el mercado financiero y el flujo de capitales en la economía.
En materia fiscal -analiza el informe- se optó por un sendero más gradualista para reducir el gasto público, actualmente sobredimensionado en subsidios para sostener el consumo. Se plantea una estrategia de reducir gradualmente el déficit fiscal y, sobre el remanente, se procura evitar monetizarlo, buscando con ello una marcada desaceleración de la inflación.
Los riesgos en la transición de una economía intervenida a una economía de mercado no son pocos. No sólo por la herencia, el marcado revés del contexto externo y los factores políticos (minoría en ambas cámaras), sino también porque todavía no se tiene asegurado el financiamiento externo. Ya sin reservas holgadas en el BCRA, el crédito externo resulta clave para una transición ordenada sin afectar por demás el nivel de consumo.
En definitiva, señala el informe de Econométrica, el nuevo Gobierno encara decididamente una agenda para volver lo más rápido posible a una economía de mercado, indispensable para que sea el sector privado y no el gasto público el que tome la iniciativa y empuje la economía. El descenso en los términos de intercambio dificulta la transición, por lo que el crédito externo es indispensable.
El abrumador nivel de intervención económica alejó decisivamente a la Argentina de una economía de mercado. Se cerró la economía y su mayor intento de ganar nuevos mercados no fue más allá de Venezuela y Angola.
En pocas semanas, el gobierno de Macri logró importantes avances para volver a una economía de mercado, además de esbozar los lineamientos del plan macroeconómico que será guía los próximos cuatro años.
Los riesgos no son pocos, no sólo por la herencia económica desde donde se parte, por los factores políticos (minoría en ambas cámaras), y por la caída en los términos de intercambio. Sino principalmente porque en el lapso de desarmar un modelo económico intervencionista, e imponer otro de mercado, bien puede existir una pausa en que no empuja ni uno, ni el otro, afectando por demás el nivel de actividad.
El gobierno tendrá que demostrar que el crédito externo será la llave para garantizar una transición ordenada para retornar a una economía de mercado, y no transformar la deuda pública en el nuevo motor de crecimiento, con la excusa de que todavía se está cruzando el río.
Aprender de los errores de Venezuela al borde del colapso por la intervención desmedida, pero también los de Brasil, que actualmente está transitando una crisis de magnitud al intentar vivir del crédito externo sin invertirlo, tal como nosotros no hace mucho.
En definitiva, avalado por el voto popular, el nuevo gobierno comenzó decidido a volver a una economía de mercado, tal como opera en el resto del mundo, en casi toda Latinoamérica y en la historia argentina reciente desde la recuperación de la democracia.