No pudimos menos que reparar en la supina imbecilidad de los que dañan bienes públicos y privados en nombre de vaya a saber qué metejón o de qué supuesta rebeldía, con perdón de los necesarios rebeldes y de los creativos de fuste. Y todo para estampar esas "firmas", "tags" o letras apelotonadas con los que dichos "autores" dicen marcar territorio y fijar presencia.
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Pintadas en el conjunto escultórico de plaza Italia.
Lo real es que los "firmadores" o "garabateadores" exhiben un pavoneo de tribus a las que no les da el cuero para que las llamen grafiteros y mucho menos muralistas, variantes respetables frente a estos copiadores de copiadores.
Un tendal de ejemplos como estos se replican por todo el centro de la Ciudad y por el Gran Mendoza. Esta peste ataca a casas particulares, negocios, edificios públicos o ingresos a propiedades horizontales,
Las escuelas saben perfectamente lo que es padecer este castigo. Los directivos y los padres de los alumnos pintan y vuelven a repintar con sumo esfuerzo los frentes de los colegios, pero a los pocos días el aerosol del bárbaro vuelve a pasar su guadaña en forma de firma o garabato por los muros.
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El aerosol sobre las esculturas de la plaza Italia.
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Este estropicio no se ha hecho en unos pocos días, sino que ha demandado mucho tiempo. Entonces la pregunta es: ¿por qué las cámaras que hay en todas las calles, que en la mayoría de los casos han sido y son de suma utilidad, en particular para las investigaciones de la Justicia, nunca han servido para detectar in fraganti a los destructivos?
Hay una especie de predilección de los enchastradores por los edificios de entes judiciales. A los Tribunales de Familia, de Mitre y Montevideo, por ejemplo, los vienen tomando para el churrete desde hace años.
Ni hablar de los colegios del centro, como la Escuela Normal, donde los enrejados con los que se pretendía poner a salvo sus paredes que dan a calle Rivadavia, no han servido de contención para los salvajes que los escalan y se meten a pintar sin que nunca nadie los descubra. ¿Suena medio raro, no?
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Basta que en el centro se coloque algún elemento como adorno para que al otro día aparezca "firmado".
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Reiteramos, estos personajes han utilizado sus brulotes supuestamente "artísticos" para entristecer la Ciudad. Hace rato que se perdió aquello de que se salía a mirar vidrieras en el centro. O aquel bienvenido afán entre comercial y creativo de los dueños de los locales para destacarse con sus vitrinas.
Ahora al caer la tarde-noche muchas calles céntricas son una invitación a escapar de ellas. Los comerciantes cierran y bajan las persianas metálicas por cuestiones de seguridad. Y el peatón raja de ahí al ver que todo está tapiado e intervenido por los "firmadores".
Ante esa comprensible actitud defensiva de los comerciantes y peatones, los devastadores han hecho del campo orégano llenando las persianas de "firmas", "tags" y de letras apelotonadas, que reiteran sin ningún tipo de originalidad. Nadie podría mentir argumentando que eso es una especie de contracultura o cosa similar.
Resultado: se ha consolidado un supuesto culto al mamarracho, que ataca no sólo en el Centro sino en los alrededores. Hoy basta que se inaugure un puente, una bicisenda o un túnel peatonal para que en menos de una semana se llene de "firmadores". Eso sí: mientras más feo y reiterado sea el producto, mejor.
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Cada vez hay menos vidrieras para observar. Quedan tapiadas y los vándalos las llenan de mamarrachos.
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Vandalismo en las paredes de la escuela Patricias Mendocinas.