De una u otra forma el peronismo se encarga de estar siempre presente. La retirada o la conversión del peronismo será lenta y problemática.
De ello dan cuenta no sólo el largo listado de líneas y grupos dentro de un partido que no encuentra norte ni liderazgos, sino hasta películas como El Potro, el film sobre la vida y obra del cuarterero Rodrigo, que dirigió Lorena Muñoz.
Creo que es una de las películas más peronistas que he visto.
Aclaro de entrada que a mi me gustó bastante y me pareció una muy interesante aproximación al ídolo popular cordobés.
Las luces del centro
En el cine argentino la estética peronista la consolidó el mendocino Leonardo Favio, un artista que, a su manera, buscó sublimar las virtudes -reales o inexistentes- de ese movimiento.
El Potro es, entre otras cosas, un homenaje muy sentido a Favio.
La directora Lorena Muñoz (que ya había filmado la lograda Gilda, con Natalia Oreiro) cuenta la historia de Rodrigo como si se tratara -a escala, claro- de una Evita que sale del pueblo, llega a la gran ciudad y se propone ser alguien desde abajo, cambiando varias cosas de lugar.
En el medio,como un personaje bíblico, cede a los placeres y los excesos, para luego ascender a un cielo pagano (el Luna Park) donde concretará su comunión total con el pueblo, para luego morir trágicamente.
De Dady a Monzón
La directora Muñoz tiene una visión estética del peronismo superior a la de -digamos- un Dady Brieva para quien "el peronismo es consumo interno, es tener un quiosco en la Costanera sur y vender 60 mil salchichas".
Hay en El Potro escenas que están inspiradas en momentos notables de películas de Favio, como Gatica o Aniceto.
La cineasta se permite incluso recrear aquel famoso momento de Soñar, soñar en la que Carlos Monzón aparecía con ruleros.
A fuego
He hecho esta introducción para intentar explicar cómo el peronismo, para bien y para mal, ha dejado marcas profundas en generaciones de argentinos. En el arte popular, son muy visibles.
Pero ocurre que los Favio o las Lorena Muñoz no son mayoría.
Hay mucho reduccionismo a lo Dady Brieva o a lo Andrea del Boca. O de ideologismo juguetón a la manera de Florencia Peña.
Y también mucho acomodaticio que tanto en el menemismo como en el kirchnerismo se arroparon bajo el rescoldo del peronismo por las posibilidades compensatorias que ofrecía.
Síntesis, se necesita
Así es como llegamos a este momento en que el peronismo ya no sabe qué es, si un partido de izquierda a la manera del populismo kirchnerista, o un partido groseramente neoliberal como el menemismo, o un reino de manzaneras centristas y colgadas de los apellidos de sus maridos como con Duhalde.
¿Habrá ahora una síntesis superadora de todas estas cosas?
¿Veremos consolidar a un partido que acepte las reglas republicanas del lógico recambio institucional, un partido que acepte el juego de las diferencias, y que no convierta en tragedia que alguien distinto llegue cada tanto a la Casa Rosada?
Un partido que tenga claro que es imperdonable que una presidenta saliente se niegue a entregarle los atributos de mando al nuevo mandatario porque es de otro partido?
La iglesia peronista
Esa forma de ver las cosas ha llegado a un límite insoportable con una peligrosa idea extendida entre algunos kirchneristas.
Es la que sostiene que el Gobierno de Mauricio Macri se debe quedar hasta la culminación de su mandato para que la gente la pase realmente mal a fin de que nunca vuelva a votar esas opciones liberales y de ricos.
Y que podamos volver a vivir en un mundo ideal donde se haga lo que los pobres necesitan.
La magnífica hipocresía del peronismo posterior a Malvinas es que ni la derecha peronista ni la izquierda peronista han logrado bajar el número de pobres en cuyo nombre hablan y pontifican.
A esa versión del peronismo le pasa lo mismo que a la Iglesia Católica: necesitan pobres para no desaparecer.
Pasa el tren
El peronismo, que es el resultado de un movimiento histórico muy concreto de la posguerra, fue además -en los ´70- el laboratorio de infamias realizadas por la derecha nazista, como la Triple A, como de la izquierda montonerista o marxista que convirtieron a la Argentina en un territorio de sangre y desgracias de toda laya.
El peronismo tiene la oportunidad de demostrar que puede ser un partido renovado y republicano, un partido que siga defendiendo una democracia social, y que apele a la evolución política. Un partido que descarte cualquier intento de revolución, palabra que no conjuga con ningún proyecto político argentino.
La política está para generar riqueza y para repartirla de manera equitativa, para crear empleo sobre todo en el sector privado, para dar buena educación, buen servicio de justicia, para favorecer el acceso a la salud, para que el país esté a tono con lo que pasa en el mundo, y para combatir la corrupción de los políticos y de los empresarios que interactúan con el Estado.
¿Y por casa?
Como estarán de mal las cosas en el peronismo mendocino que ahora el Partido Justicialista va a quedar en manos del kirchnerismo.
No hay nuevas ideas, no hay líderes, no hay debate, no hay elecciones internas, sólo cúpulas gastadas.
El kirchnerismo nunca hizo pie en Mendoza ni tuvo eco, pero ahora va a dirigir al partido. Absurdo total.