Escoleosis : Umberto Eco. Un asunto de sincronía

Por UNO

Ahora cobra una evidencia irrefutable, pero cuando aún internet estaba en la antesala de aparecer, este italiano de modales simpáticos y mirada incisiva nos sugería los dos caminos. El largo, sinuoso, lleno de accidentes y colmado de posibles aventuras, o el atajo, ruta directa, sin escalas, recorrido pragmático y elusivo de cualquier experiencia nutritiva para el alma.

Cualquiera fuera nuestra elección como estudiantes o acaso sólo como curiosos, íbamos a llegar si observábamos el mapa que este cartógrafo de la semiología nos prestaba para luego afrontar el bonito desafío del periodismo, pero también de la comunicación por sus infinitas variables y expresiones.

La tentación de hacer alguna alusión sonora a su apellido la inhibe el recuerdo de sus reflexiones. Imagino. No sólo no se hubiese sentido a gusto con tanta repetición previsible y elemental de cómo retumba su nombre (su apellido), imagino y estoy seguro de que hubiese sancionado a los autores con alguna calificación de esas que ofenden aunque sean verdad.

Como una mueca irónica del destino.

Un catedrático de la palabra que indagó en el arte y la política del medioevo como ninguno, pero que además se valió de la mitología para poder explicar la significación política de la organización de los discursos, compartía -de manera involuntaria e inevitable- la denominación que llevó aquella ninfa, que antes de ser despreciada por Narciso, fue castigada por su "cabronada" a Juno, ocultando las travesuras sexuales de Zeus. Eso le valió a aquella ninfa, Eco, antes de convertirse en piedra inerte, conformarse con ser un espejo tardío de la voz ajena. De ahí surge la denominación de eco al efecto que produce el letargo sonoro.

Este Eco, Umberto, el filósofo contemporáneo fue exactamente lo contrario. Ganó lugar en el escenario intelectual de la segunda mitad del siglo anterior, irrumpiendo con una advertencia que en vez de producir temor, colaboró para que estuviésemos atentos a lo que se estaba produciendo en las ciencias sociales y particularmente en la pedagogía y la comunicación.

Un pensamiento original y anticipatorio.

Obra Abierta fue el texto que lo catapultó. Un libro voluminoso y complejo pero de tal profundidad y contundencia que desbordó los ámbitos académicos.

Un ensayo en el que navegó apresurado pero sin naufragar ni un instante, y anticipó las relaciones impensadas entre el arte y los consumos, así como Mc Luhan, de manera contemporánea presagiaba la fragmentación de los discursos. Ambos - Eco y Mc Luhan- coincidirían (en aquél momento) en la indivisibilidad del medio y de su mensaje.

También, y sin que uno se hubiese hecho eco del otro, ambos anticiparon que esa "apertura" pondría a merced de cualquiera, una interpretación. Y esto daría lugar a provocar juicios más azarosos que libres por parte de ese espectador no ilustrado. Y también anticiparon que aquél espectador iría perdiendo su condición de tal hasta convertirse en protagonista. Algo que podemos comprobar en cualquier red social, pero también aquí, en los denominados mass media o medios de comunicación tradicionales.

Es relevante.

Su muerte, sin dudas, porque hasta los últimos días se pronunció categóricamente. Y aunque haya girado de un progresismo intenso a una postura conservadora y por momentos casi reaccionaria, más relevante es su desaparición por su contribución a la reflexión y a la literatura.

El péndulo de Foucault, El nombre de la Rosa y el Cementerio de Praga, además de constituir tres novelas enormes por su perfección narrativa y su arquitectura policial, todas contienen datos históricos reveladores. Pero no es construcción exacta lo que más alimenta, sino la invitación a compararla con nuestra cotidianeidad política.

Murió Umberto Eco. Ningún silencio es propicio. Las campanas de un funeral elegante y muy merecido, van a sonar sin importar quién las haya agitado.