Acá nadie es un santo, dice el argentino. Acá todos tienen alguna culpa, algún error que prefieren olvidar, alguna mala acción que ocultar. Pero en estos días el papa Francisco, el argentino Jorge Bergoglio, está convencido de que sí hay uno, que lo hubo y que merece ser reconocido como tal: el cura Brochero. José Gabriel del Rosario Brochero, nacido en esta castigada patria y que vivió en ella toda su vida.
Para la Iglesia Católica, para ser santo no basta con vivir santamente. También hay que ser intermediario de algunos milagros, después de muerto. Y esos fenómenos no pueden tener ninguna explicación científica. El Vaticano ha entendido que el cura cordobés ha cumplido con todos esos requisitos.
Dos milagros
En febrero de 2009, en su misma Córdoba, se inició el análisis de un supuesto milagro. A él le habían rezado por la salud de Nicolás Flores, un niño que estuvo al borde de la muerte luego de tres paros cardiorrespiratorios, con pérdida de masa ósea del cráneo y masa encefálica como resultado de un accidente automovilístico sufrido en Falda del Cañete el 28 de setiembre de 2000.
En mayo de 2012, una junta médica declaró que la recuperación de Nicolás carecía de explicación científica. El 7 de julio de 2012 se reunió una comisión de teólogos, que terminaron expidiendo positivamente, en forma unánime.
En octubre se reunió una comisión de obispos y cardenales y le elevaron el caso al Papa Benedicto XVI quien, el 20 diciembre de ese mismo año, firmó el decreto de beatificación del cura Brochero. La ceremonia de beatificación se efectuó en la pequeña localidad cordobesa de Villa Cura Brochero el 14 de setiembre de 2013, cuando ya el Papa era Francisco.
Al declararlo venerable, la Iglesia Católica celebró primero su festividad el 26 de enero, aniversario de su muerte pero, después, Bergoglio decidió que la festividad debía ser el 16 de marzo, día de del nacimiento de Brochero.
El 10 de setiembre de 2015 el tribunal eclesiástico de Roma comenzó a analizar la posibilidad de un segundo milagro del Cura Brochero. Era el de la recuperación de la niña sanjuanina Camila Brusotti que, golpeada por su madre y su padrastro y después de un infarto masivo en el hemisferio cerebral derecho, logró recuperarse y caminar nuevamente.
Para los médicos que atendieron a Camila, el caso era irreversible y la muerte era un hecho. Sin embargo la niña se recuperó y una junta de siete médicos consideró que el caso era "un hecho extraordinario".
La comisión de teólogos acordó en esto y que la intersección del cura Brochero para la recuperación de la niña fue indiscutible.
El caso fue analizado después por obispos y cardenales, que aprobaron el dictamen y se lo elevaron al papa Francisco.
El pasado 22 de enero, Francisco I aprobó el decreto de reconocimiento del milagro.
La vida de Brochero
José Gabriel Brochero nació en Villa Santa Rosa, cabecera del departamento Río Primero, el 16 de marzo de 1840. Fue el cuatro de 10 hermanos y dos de sus hermanas también fueron religiosas. Sus padres fueron Ignacio Brochero y Petrona Dávila.
Con 16 años, ingresó al Seminario de Nuestra Señora de Loreto. Su contemporáneo Ramón José Cárcano, historiador y ex gobernador de Córdoba, escribió que "muchas veces le he oído contar a Brochero que la constante preocupación de su juventud fue el sacerdocio. No sabía qué vocación seguir: la laical o la sacerdotal. Su espíritu fluctuaba y su corazón sufría con esta indecisión. Un día, dominado por esta preocupación, asistió a un sermón en que se bosquejaron las exigencias y sacrificios de una y otra y apenas concluyó de escucharlo, la duda ya no atormentaba su alma, y ser sacerdote era para él una resolución inquebrantable".
Brochero fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866, a los 26 años de edad, y el 10 de diciembre del mismo año ofició su primera misa y comenzó a desempeñarse como teniente-cura de la Iglesia Catedral.
En 1867, Brochero colaboró en el socorro de los enfermos y moribundos de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba y que cegó más de 4.000 vidas en poco tiempo.
Eso marcó la vida de Brochero. Comenzó a dedicarse a los enfermos y a los carenciados. Este fue uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida.
Pero, más allá de la actividad pastoral, siguió estudiando y obtuvo el título de maestro en Filosofía por la Universidad de Córdoba, el 12 de noviembre de 1869.
El 18 de noviembre de ese año, José Gabriel Brochero fue designado cura de San Alberto, actualmente conocido como el valle de Traslasierra.
Es un territorio enorme, de valles y sierras, de 4.336 kilómetros cuadrados. Allí vivían dispersos unos 10.000 habitantes con enormes carencias, sin caminos, ni hospitales ni escuelas.
Brochero llegó a San Pedro, la cabecera departamental, y después se instaló definitivamente en la localidad de Villa del Tránsito.
Muy conversador, aprovechaba su capacidad de palabra para lograr donaciones para los habitantes de la zona. Había sido condiscípulo y gran amigo de Miguel Juárez Celman, que fue presidente de la Nación, y aprovechó ese vínculo para conseguir ayuda para la región. Dicen que su frase de cabecera era: "¡Haz una gauchada, caramba!". Incluso logró que Celman visitara su territorio siendo presidente, en 1883.
Logró organizar a la población y con ella construyó los 200 kilómetros del llamado Camino de las Altas Cumbres, que unió Villa del Tránsito (actual Villa Cura Brochero) con la ciudad de Córdoba.
Además se abrieron caminos secundarios, acequias, diques, una estafeta postal y un telégrafo. Entre otras obras fundó escuelas y logró, con la construcción de un acueducto, la llegada del agua al pueblo desde el río Panaholma.
"¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! (...)¡y todo sin subsidio de la provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras!", dice un artículo periodístico, publicado en 1887.
Supo entrevistarse con el mítico Santos Guayama y trató de interceder por él, para que no lo mataran. No pudo hacerlo. Guayama fue capturado y fusilado. Brochero decía que esa, y el no haber podido hacer llegar el ferrocarril a su zona, eran sus dos grandes frustraciones.
Ya viejo y con su salud debilitada, Brochero aceptó dejar su parroquia y radicarse en Córdoba Capital en abril de 1898. Pero no se aguantó mucho allí. En agosto de 1902 se hizo cargo de su parroquia otra vez. "Este apero no es para mi lomo, ni esta mula para este corral", cuentan que dijo antes de irse.
En su vejez el cura Brochero enfermó de lepra, como consecuencia de convivir con enfermos que padecían este mal, compartiendo inclusive el mate con ellos y quedó sordo y casi ciego.
En febrero de 1908, ya muy mal de salud, dejó su parroquia y se volvió a su Santa Rosa de Río Primero, donde se radicó con sus hermanas.
En 1910 escribió en su testamento: "Que mis albaceas me hagan hacer con algún carpintero de esta Villa, un cajón sencillo, para que algo gane con esa obra, y colocando en él mi cadáver sea enterrado en el suelo en cualquier punto de la calle principal de la entrada del cementerio".
Pero, a pesar de su salud debilitada, en 1912 decidió regresar a Villa del Tránsito, porque quería cumplir el objetivo de que el tren llegara allí. Incluso llegó a entrevistarse con Hipólito Yrigoyen, para tratar de convencerlo de la importancia del proyecto.
Finalmente, y a pedido de la misma población de Villa del Tránsito, vivió allí hasta su muerte, el 26 de enero de 1914. Dicen que sus últimas palabras fueron: "Ahora tengo ya los aparejos listos pa'l viaje".