Kyle Maynard se convirtió en la primera persona con una cuádruple amputación congénita que logró hacer cumbre en el Aconcagua (6.962m). Si al común lector de esta nota se le pregunta qué lo diferencia de él, a partir de este dato y viendo las fotografías que retratan la hazaña, probablemente responda que este joven de 29 años no tiene ni brazos ni piernas, pero que así y todo logró el domingo pasado lo que pocos han podido hacer. A la vista, todo pareciera radicar en una gran diferencia motriz. Sin embargo, me arriesgaría a asegurarles que esto puede pasar a segundo plano y hasta desdibujarse si uno conoce más sobre la trayectoria de este estadounidense oriundo de Atlanta.
Pase y lea. Que la óptica irá revirtiéndose a medida que vaya descubriendo que esta no es la historia de vida de alguien a quien le falta algo, sino la de alguien a quien le sobra de todo: tenacidad, ansias de superación, seguridad de sí mismo, optimismo para resolver adversidades y, sobre todo, la confianza de que con convicción cualquier meta puede ser alcanzada. Quizás, después de conocerlo, el lector pase por delante de un espejo y termine comprendiendo que lo que el reflejo le devuelve se vuelve inútil si la mente no está preparada para triunfar.
Maynard sí se diferencia de la gran mayoría por tener capacidades especiales. Pero, sin lugar a dudas, corre con ventajas.
Hoja de vida
"Mi próxima cumbre es llegar a mi casa y abrazar a mis sobrinos, a quienes extraño mucho. Estar con mi familia y descansar". Así definió esta figura reconocida internacionalmente cuál es su próxima cima a alcanzar, en diálogo con Diario UNO, a unas horas de emprender el vuelo de regreso a los Estados Unidos. El deportista que recorre el mundo dando charlas motivacionales y que por estos días fue noticia, luego de batir récord en el Coloso de América, resumió también en esta afirmación parte de un concepto de vida que profesa en lo cotidiano: que hay que plantearse metas, pero que los casi 7.000 metros de altura que alcanzó son tan importantes como el reencuentro con su familia.
Es que ellos fueron una parte fundamental desde el primer capítulo de esta ejemplar vida que Kyle empezó a escribir el 24 de marzo de 1986, día en el que nació ya presentando una malformación llamada amputación congénita. "¡No puedo creer que sea tan hermoso!", fue la primera expresión que tuvieron hacia él, según le contaron sus padres, Annita y Scott, apenas lo vieron, a pesar de que ya sabían que luciría con ambas piernas amputadas por encima de las rodillas y los dos brazos arriba de los codos. La anécdota está contada en las páginas de No hay excusas, el libro de su autoría que ya ocupa un lugar preferencial en los ranking de venta del New York Times.
Según su propio relato, sus padres lo motivaron desde pequeño a que se desenvolviera con independencia y confianza en sí mismo. Pero también sería un factor importante lo externo y los mismos prejuicios de algunas personas con los que supo encontrarse. Ante el "tú no puedes" que escuchaba constantemente, él no sólo no se desanimaba sino que lo tomaba como reto y buscaba demostrarles siempre todo lo que era capaz de hacer.
Así fue desenvolviéndose como si su discapacidad no fuera impedimento para nada. Sabe escribir con lápiz y también gracias a sus codos lo hace a la perfección y rápidamente en una computadora; come y bebe sin mecanismos adaptados y maneja vehículos.
Como cualquier joven, también se propuso llegar a la facultad (realizó estudios de periodismo y psicología) y desde pequeño se capacitó en lo que lo apasiona: el ejercicio físico. Por eso a los 11 años empezó a practicar lucha, lo que luego le permitió empezar a estar en boca de muchos, ya que ganaría 36 juegos junto con su equipo, compitiendo en el Campeonato de Lucha de la Escuela Superior de Georgia de 2004. A su vez, comenzó a entrenar levantamiento de pesas y artes marciales mixtas. Lo curioso de sus logros es que muchos de ellos requirieron de un esfuerzo sostenido en el tiempo. El mismo Maynard detalla que debió asumir más de un año de derrotas hasta empezar a recibir condecoraciones.
También en ese año recibió el premio ESPY al mejor deportista con discapacidad, en 2007 fue elegido como uno de los top ten de jóvenes estadounidenses en circulación y en 2008 recibió el reconocimiento de la Secretaría de Salud y Servicios Humanos como modelo de vida a seguir y como orador motivacional y humanitario. Ese mismo año obtuvo la certificación como instructor de crossfit y abrió su primer gimnasio de la especialidad, al que decidió ponerle el mismo nombre que a su libro.
Más allá de que los medios se han hecho eco durante los últimos años de sus experiencias, él mismo es el encargado de compartirlas en distintos rincones del mundo adonde viaja hablando ante audiencias de empresas, universidades, programas de veteranos y grupos dispuestos a conocer que, a veces, el peor impedimento es la mente, como él sabe destacar en sus recorridos. También integra junto con sus amigos Kevin Cherilla (que también lo acompañó a hacer cumbre) y Kristen Sandquist la Fundación K2 Adventures, una organización que ayuda a niños y familias con discapacidad y que lo llevaría también a la primera cumbre que le permitiría dejar su nombre inscripto en hitos históricos de la alta montaña: es que a principios de 2012 Kyle subió el Kilimanjaro, la más alta de África, con 5.994 metros.
Y como los desafíos para él se van renovando constantemente, hace poco más de un año comenzó a soñar con alcanzar el techo de Sudamérica. Fue en esa etapa de preparación y entrenamiento en la que, como le aseguró a UNO, encontró el primer indicio de que también en esa hazaña no habían excusas para no llegar al éxito.
"Al llegar lo primero que se me pasó por la mente fue sentirme aliviado y después el placer de la libertad de haber cumplido mi objetivo", confesó, acerca de lo que pensó el 21 de febrero a las 16.16 en la cima en el Aconcagua.
"Conoce tus límites, pero nunca dejes de intentar romperlos" es la traducción de la frase que eligió para presentarse en su popular perfil de Twitter. No le hacen falta más descripciones. Con eso, sin dudas, es suficiente.
Relatos de la travesía
Para emprender la travesía que se inició oficialmente el 13 de febrero cuando ingresó con un helicóptero a Plaza Argentina, Maynard estuvo acompañado por un equipo liderado por su amigo Kevin Cherilla, un hombre con 26 cumbres en Kilimanjaro (Tanzania), dos en Aconcagua y una en el Everest, y quien es el fundador de K2 Adventures Foundation, organización sin fines de lucro que fue sponsor de la expedición. Además, participaron los guías locales Guillermo Fuentes y Nanika Stahringer, con logística de la empresa Fernando Grajales.
Estos hombres fueron fundamentales en la hazaña del norteamericano y él con generosidad supo destacarlo a lo largo de estos días en Mendoza. "Estoy increíblemente agradecido por mi compañero y líder de la expedición Kevin Cherilla. Su mentalidad positiva es contagiosa y tiene una forma que me permite seguir adelante aún cuando me siento completamente roto", se encargó de destacar en su muro de Facebook cuando compartía lo que iba viviendo a miles de metros de altura.
En la misma red social en la que fue dando detalles de la expedición, Kyle mostró signos también de compañerismo hacia otros andinistas. Como cuando se enteró de que habían hallado a dos escaladores de los cuales nada se supo durante dos días. "Hoy nos enteramos de que ambos habían sobrevivido, lo cual es genial", escribió el 16 de febrero. O también cuando destacó el haberse encontrado con Fernanda Maciel, quien batió récord de ascenso y descenso en la menor cantidad de tiempo desde Plaza de Mulas. "Es genial tener a uno de los escaladores más rápidos del mundo (Fernanda) y los escaladores más lentos (me) en el mismo día", escribió el atleta.
Para poder gritar "¡lo logramos!" la tarde del domingo 21 de febrero, debieron atravesar varios días previos de aclimatación y de ascensos en los campamentos de base y de altura e ir modificando el itinerario de acuerdo a las condiciones climáticas. "Todos hemos oído una y mil veces que la paciencia es una virtud, pero en las montañas es una necesidad", destacaba en su muro luego de contar que demorarían un día más la última etapa del ascenso debido a la presencia de fuertes vientos.
Logrado el cometido, compartió su alegría con los lectores de este modo: "Estaba tan agotado como nunca he estado, pero mis amigos y yo estábamos sentados en el techo de América del Sur! Nos fuimos de nuestro campamento a las 6 se dirigieron hacia la cumbre del Aconcagua y después de 10 horas de viajar a través de la que más hielo y piedra suelta que he vivido, estábamos pasando el rato y derramando algunas lágrimas juntos a 6.962m de altura. Gracias a todos por el cariño y apoyo que nos mantuvo en marcha".
El lunes, un helicóptero lo bajó desde el campamento de altura Plaza de Mulas (4.200 metros) hasta Horcones, el ingreso al Parque Provincial Aconcagua.