Con un punto de partida nulo, el municipio avanza en la adaptación de carriles exclusivos para bicicletas. Si bien todavía hay mucho por pedalear, el departamento más poblado de Mendoza está revirtiendo esta situación, transformando el espacio público.
Desde hace tiempo, un debate clave a nivel urbano se ha instalado en la sociedad: el uso de la bicicleta. Pero ya no solo como medio recreativo sino para su uso cotidiano, es decir, para ir a la universidad, al trabajo o a realizar trámites. En una sola frase, se trata de incorporarla como hábito de vida.
Mucho se habla sobre sus múltiples ventajas. Es una movilidad ecológica, sustentable, que no necesita combustibles; es práctica, limpia, eficiente y, a pesar de ser individual, es amigable e inclusiva. Por ende, hay una conjunción de motivos importantes: ayuda a proteger el medio ambiente, permite un ahorro en costo y tiempo de traslado, y aporta grandes beneficios a la salud física y mental de sus usuarios. A esto se suma el contexto especial que está viviendo el mundo entero tras la expansión del nuevo coronavirus COVID-19. La emergencia sanitaria pide evitar la aglomeración de personas, el traslado en transporte público y, principalmente, mantener el distanciamiento social. La transición, entonces, parece inevitable pero sobre todo necesaria y oportuna. Es el momento para globalizar aún más esta tendencia, cuyo único motor es el desarrollo sostenible.
Este cambio de paradigma se ha dado paulatinamente en grandes ciudades del mundo como Ámsterdam, Bogotá, Berlín, Milán, París, Barcelona, Shangai, Copenhague, Lima, Quito; y ahora también en Guaymallén, el departamento más poblado de Mendoza.
Guaymallén es una de las vías de ingreso al centro mendocino, y se conecta con cinco de los seis departamentos con los que forma el Área Metropolitana de la provincia. Esto, sumado a su cantidad de habitantes, generó la necesidad de brindarle a los vecinos una alternativa de traslado segura y acorde a las medidas de salubridad públicas adoptadas por la pandemia, para evitar grandes focos de contagio como son las unidades de transporte, los apeaderos o paradas de colectivos.
El punto de partida fue nulo, es decir, no existía ninguna ciclovía en la traza vial. Revertir esta situación implicó redistribuir el área urbana y adaptar los carriles para incluir los nuevos senderos. Esto es transformar el espacio público y, en la misma medida, lograr una mejor apropiación para que aquellos que opten por esta movilidad puedan circular.
Por fuera de los tecnicismos, hay cifras que demuestran la nueva realidad del departamento. Actualmente, hay 19,70 km de ciclovías construidos y otros 4 km se encuentran en ejecución. Todas son bidireccionales y tienen un ancho mínimo de dos metros. Dentro de los tramos finalizados, se pueden mencionar: carril Godoy Cruz, de Costanera a Sarmiento; calle Avellaneda, entre Acceso Este y carril Godoy Cruz; y sobre las laterales del Acceso Este, desde Mitre hasta Urquiza. En otros puntos, hay senderos que se encuentran con un importante avance. Es el caso de calle Libertad, de Bandera de Los Andes a Godoy Cruz; de Arenales, entre Bandera de Los Andes y Acceso Este; de calle Mitre, desde el carril Godoy Cruz hasta Lateral Norte de Acceso Este; y del carril Ponce, desde Acceso Este a Bandera de Los Andes. Finalmente, están en obra el sector del carril Godoy Cruz comprendido entre Sarmiento y Avellaneda; y sobre Tirasso, desde Bandera de Los Andes hasta calle Los Guindos.
Es importante mencionar que estas ciclovías se vincularán a la red proyectada por Unicipio para conectar todos los departamentos metropolitanos.
Todavía hay mucho por pedalear, pero abrir camino a la conciencia es el primer paso para entender que grandes cambios pueden generarse con una simple decisión: elegir una movilidad ecológica por uno, por los otros y por el medio ambiente.