"El abrazo de la serpiente" es ganadora del prestigioso Art Cinema Award que entrega La Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, donde se estrenó en mayo pasado, y acreedora al Astor de Oro como Mejor Película del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
El tercer filme de Guerra es una coproducción entre Colombia, Venezuela y Argentina, que está filmada en blanco y negro y narra un viaje a través de la selva y el río, su historia de depredaciones y violencias y sus culturas propias.
La película está planeada en los libros de viajes que hicieron por la región de la Amazonía colombiana dos investigadores pero fue luego la selva, cuenta Guerra en charla con Télam, la que dispuso ritmos, modos y abordajes.
Los libros de referencia fueron los del etnólogo alemán Theodor Koch Grunberg, que visitó la zona entre 1901 y 1903 en un viaje de investigación y que dejó su libro "Dos años entre los indios"; y el biólogo norteamericano Richard Evans Schultes -la máxima eminencia en el estudio de los efectos medicinales de las plantas alucinógenas del Amazonas- entre las décadas del 40 y el 50 y que escribió "El bejuco del alma: Los médicos tradicionales de la Amazonía colombiana, sus plantas y rituales".
Sobre estos relatos de viajes, Guerra elaboró su propio recorrido en el que aparecen los dos investigadores como protagonistas, ambos unidos por un chamán que oficia de maestro con 40 años de distancia y es el que viene a descubrir la Amazonía profunda para ellos y para los espectadores.
"Cuando empezamos el trabajo sobre la película teníamos una idea muy vaga sobre ella y lo que sucedió es que el relato se fue construyendo con las comunidades originarias de la Amazonía; todo el tiempo nos manejamos con la ayuda de ellos tanto para adentrarnos en el territorio de la selva como con el guión que ellos tradujeron y reescribieron", destacó Guerra en charla con Télam.
"Nosotros sentimos que la selva nos permitió entrar, nos permitió filmar y nos dio una experiencia muy grata, fue una experiencia de conexión muy enriquecedora", agregó.
Tributaria de filmes como "Apocalypse Now", de Francis Ford Coppola, y de "Aguirre, la ira de Dios" y "Fitzcarraldo", de
Werner Herzog, en la posibilidad de pensar su relato a través del agua y la selva, Guerra marca diferencias con estas películas que admira.
"Tomamos mucha distancia de esas películas que son referentes que los espectadores tienen en la cabeza cuando les hablan del Amazonas, buscamos una película que estuviera más cerca de la gente que del cine. La película ofrece otra mirada, está contada desde el punto de vista de los indígenas, que habitualmente son parte del decorado y no tienen ni un diálogo en esas películas referenciales", detalló el autor de "Los viajes del viento" (2009) y "La sombra del caminante" (2004).
La anécdota del filme no es complicada y sirve para ponernos en viaje: al lugar donde vive un chamán en medio de la Amazonía llega Koch Grunberg con un ayudante indígena pidiéndole ir en búsqueda de una planta sagrada que es la única que puede salvarlo de una enfermedad que lo consume; cuarenta años más tarde un biólogo norteamericano llega al mismo lugar en busca de la misma planta basado en los informes que de ella dejó escritos el etnólogo alemán fallecido y el viaje se reinicia.
Son dos recorridos en paralelo y alternados que se dan en distintas épocas por los mismos lugares que sirven de excusa para internarse en el Amazonas, su atmósfera y sus sensaciones.
"Buscamos, con los recursos del cine, crear la sensación del trance para que el espectador experimente la sensación de alteridad, ponerlo en un mundo que se rige con otras reglas y tanto la imagen, el sonido como el trabajo de cámara estuvieron pensados para crear esa sensación", resume Guerra.
Sobre la utilización del blanco y negro, que en parte remite a las fotografías tomadas por los exploradores en sus viajes, Guerra dice que les interesó "mostrar una Amazonía completamente distinta de lo que tiene en la cabeza el espectador a priori, desprovista de lo exótico y exuberante, nos interesaba rescatar la relación que la gente que vive allí tiene con la selva; para que alguien se dé una idea, ellos tienen 50 palabras diferentes para nombrar el color verde".
Sobre la repercusión y el recorrido que está logrando el filme, Guerra dice que es una sorpresa "porque no se trata de una película convencional".
"Creo que lo que sucede -destacó- es que la gente agradece cuando las películas les ofrecen una experiencia, el viaje que se plantea a lo desconocido también lleva al espectador a otra forma de entender el mundo, entonces con el agotamiento que tiene la gente con los sistemas sociales y las formas del mundo la gente está explorando otras cosas, es interesante ofrecer la experiencia".