La muerte de Rodrigo Osorio, cuyo cuerpo fue rescatado sin vida del lago en Valle Grande, dejó mucha tela por cortar. Es que todavía hay muchos interrogantes que no tienen respuesta y será finalmente la Justicia la que determine qué pasó ese sábado cuando el joven de 25 años se bañaba junto a sus compañeros en una de las playitas de arena del embalse mientras participaba de un campamento organizado por el Tabernáculo Vida y Paz.
Son varias las incógnitas a las que se enfrentará la fiscalía a cargo de Alejandra Becerra que lleva adelante la causa caratulada “averiguación muerte”. La primera es armar el rompecabezas de lo que sucedió ese trágico sábado 20 entre las 16 y las 20.45 cuando partió de regreso el catamarán que recogió a los últimos chicos que quedaban en la playita.
De acuerdo a los testimonios de algunos de los participantes como Martín Anaya, “Rodrigo se dio un chapuzón en el agua como lo muestran las fotos que se publicaron en Facebook”. Después nadie supo más nada, nadie vio el momento cuando Rodrigo se ahogó, ni siquiera el bañero que estaba en esa playa.
Cómo explicar lo que sucedió después de la excursión será otra de las tareas que tendrá Becerra. Es que ninguno de los 129 compañeros advirtió su ausencia hasta que a la 1.30 de la madrugada del domingo se dieron cuenta que Rodrigo no estaba. Según dijo Martín, el recuento en el Valle existió pero “había tanta gente entre compañeros y turistas que no advertimos su ausencia”.
A la hora de la cena, en el campamento Jesús María en Rama Caída, ocurrió lo mismo. Recién después de una charla que tuvieron los jóvenes con un invitado, uno de ellos preguntó por Rodrigo. En ese instante comenzó la intensa búsqueda que finalizó el miércoles 24 por la mañana con la aparición del cuerpo.
Los padres cuestionaron la actitud del grupo que le comunicó la novedad recién el domingo pasadas las 9. El argumento de los jóvenes fue “agotar la búsqueda para no preocuparlos” y agregaron que “pasadas las 6 de ese día nos quisimos comunicar por teléfono pero los tenían apagados”.
“Rodrigo no sabía nadar”, así lo dijo su padre, Walter Osorio, y también lo ratificó Martín, quien incluso agregó que “le ofrecimos un chaleco salvavidas y lo rechazó”. El interrogante es por qué nadie se quedó al lado de Rodrigo para cuidarlo.
En este complicado escenario de preguntas sin respuestas, la fiscal descartó ya la posibilidad de un homicidio porque el cuerpo no presentaba signos de violencia. También insinuó que “por ahora no podemos hablar de un suicidio porque no tenemos ninguna prueba al respecto” y mencionó que “muchos testigos señalaron que Rodrigo estaba de buen ánimo y había participado de todas las actividades del campamento”.
Una cadena de misterios inexplicables, hasta ahora, envuelven la tragedia que conmocionó a la sociedad sanrafaelina, a tal punto que el martes 23 una adolescente de 16 años y su hermano de 7 se ahogaron en El Nihuil y no hubo tanta repercusión como se hubiera esperado. La gran pregunta que se hacen todos es cuándo Rodrigo se hundió en las aguas del Valle Grande.
No existen playitas habilitadas en el Valle
El delegado de zona sur de Recursos Naturales fue contundente: “no hay playitas habilitadas en el Valle Grande”. Esta es otra de las respuestas que deberá dar la Justicia en este caso.
La organización del campamento programó esta excursión dentro del paquete que le ofreció a cada uno de los participantes sin tener en cuenta que no hay habilitaciones vigentes para utilizar esa playita.
En este marco la búsqueda dejó otro cuestionamiento, la falta de recursos que tiene la Policía Turística que tuvo que utilizar la lancha particular de un policía para recorrer las aguas del lago, donde finalmente se halló el cuerpo de Rodrigo Osorio.
Por Marcelo Schmitt