San Rafael
Espíritu incansable. Este inmigrante español llegó y arrancó desde abajo una vida de sacrificio hasta instalar su bodega. 

Historia de San Rafael: José Guerrero, un viaje de la viña a la bodega

Por María Elena Izuel

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Este pionero fue un luchador incansable. Era español y nació en Almuñecar, España, el 7 de julio de 1880. Cuando tuvo la edad correspondiente contrajo enlace con doña María Dolores Peñalver, quien había nacido en Motril, España, el 11 de noviembre de 1883. A ella siempre se la conoció como Filomena, llamada así en honor a su madrina.

Viendo que en España la situación económica no estaba buena, ya que pese a que trabajaban mucho no podían progresar, decidieron viajar a la Argentina junto con su pequeña hija, María Soledad. Era 1905 y apenas desembarcaron, en el mismo puerto de Buenos Aires fue contratado don José para realizar trabajos en San Rafael.

Realizaron el viaje en tren, que funcionaba desde 1903.

El contrato era para trabajar en la gran finca de uno de los hombres más ricos de Mendoza en ese entonces, don Ramón Arias.

Debido a las importantes cosechas obtenidas en los dos primeros años, le adjudicaron el valor de producción de treinta hectáreas de viñedos; posteriormente y debido a inclemencias atmosféricas, sólo obtuvo el 25% de la cosecha. También trabajó en las fincas El Toledano y La Mascota, en Las Paredes.

La ganancia que obtenía en cada contrato la ahorraba y así fue que en corto tiempo pudo adquirir un terreno en la zona conocida como el Alto de las Paredes y allí construyó una pequeña casa de adobes con techo de jarilla y barro.

Como todos los pioneros, debió desmontar el terreno y también resolver en esa zona el problema del desnivel, que era muy marcado, pero no se amilanó y comenzó a rellenar su terreno haciéndolo con champas de raíces y cantos rodados, lo que compactó con fuerza y de ese modo solucionó el problema. El trabajo fue muy grande, pero así logró poder regar su finca, nivelándola para el riego.

Comenzó a plantar viñedos en espaldera y también olivos, perales, membrillos, nogales, higueras y hasta un eucalipto cerca de la casa, que aún se conserva, que creció muy alto, elevando sus ramas al cielo, todo esto en lo que fue su propiedad.

En San Rafael, específicamente en Las Paredes, nacieron cinco hijos más: Encarnación, Filomena, Elena, José y Luis. Su hija mayor, María, se casó con Agustín García, hijo de don Pascasio García, y recibieron en herencia la bodega La Potoca.

Inexplicablemente, don Pascacio García se opuso a ese matrimonio y eso que la niña, aparte de bella era muy laboriosa, pero nunca la quiso. El hijo no lo escuchó e igual se casó.

Agustín García falleció a los pocos años y dejó sola a su esposa, que se hizo cargo de todo, hasta de su suegro cuando enfermó, ya que nadie lo quería tener, y ella pese a que él no la quería lo cuidó hasta sus últimos instantes.

Años después, aproximadamente en 1915, construyó su casa con material y al lado una pequeña bodega, a la que denominó José Guerrero.

Su propiedad estaba regada por el canal Las Paredes. La ubicación era entre las actuales calles El Chañaral y Zardini, en Las Paredes.

En la bodega hizo construir cinco piletas de cemento con capacidad de mil litros cada una. La uva se cosechaba en canastos de mimbre, luego se volcaba en canecas, especie de bordelesas de forma cónica, colocadas sobre un rastrón tirado por dos yuntas de percherones o en carros tirados por mulas.

Todos los elementos utilizados en la vendimia que eran rudimentarios, la moledora era manual y así también la bomba de trasiego.

Era un hombre múltiple, después de tener la bodega logró formar una excelente tropa de carros tirados por mulares y con ellos comerciaba con los puesteros de El Nevado, Cañada Colorada y Río Grande, transportando mercaderías junto con su socio don Daniel Teruel.

También ofreció sus servicios a la compañía minera La Picazza, cerca de Los Reyunos, de donde se extraía plomo, plata y cinc y trasladaba el material, sin procesar, de esa mina y también de La Juanita, en La Pintada, y de la zona de Piedra de Afilar.

Al cierre de las minas terminó su contrato; también fue el carrero principal de la mina de Picardo, en El Nevado.

Siempre con ansias de progreso y de lograr un mayor bienestar, se dedicó también a la ganadería, de 1928 a 1948.

Crió ganado vacuno y caballar en campos fiscales que alquiló para tal fin, en Piedra de Afilar y en La Horqueta, en la estancia El Guanaco.

Se preocupó mucho por la educación de los niños de la zona y estuvo entre los que favorecieron a la Escuela Nº100 de Capitán Montoya, la que le otorgó un diploma de honor.

Toda la vida de don José fue de trabajo permanente, trabajó incansablemente para dejar bien a su familia, nunca más regresó a España y quiso a esta tierra adoptiva como si fuera la propia.

Don Guerrero falleció el 27 de marzo de 1948; en su homenaje, a la calle donde está ubicada su bodega se la denominó con su nombre.

Continuaron con la bodega sus hijos, primero Luis, quien construyó más piletas e incorporó elementos modernos para la elaboración del vino. En la década del ’60 formó sociedad con su hermano José, y cambió la razón social de la bodega por Luis y José María Guerrero.

Para sus vinos registraron las marcas El Caporal y Coirón, en sus variedades blanco, tinto y clarete.

Actualmente la bodega se encuentra abandonada.

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