San Rafael
Esta es la historia de vida de un chileno que espantado por los terremotos decidió emigrar a esta tierra, para ser feliz 

La fe puesta en los desayunos

Javier camina apresurado por las calles de la ciudad, arrastrando su carro cargado de delicias dulces y saladas para vender en el centro. Vio de cerca la crueldad con que la naturaleza golpeó la tierra, pero aferrado a Dios salió ileso para demostrar que con fe todo es posible.

Llegó a San Rafael junto con su familia luego del terremoto en Chile, sin trabajo y con hijos que criar. Confundido por la situación salió a caminar y al llegar a una esquina extendió sus brazos, miró al cielo y preguntó “Señor, en qué voy a trabajar en esta ciudad, porque con mi edad y siendo desconocido no veo salida. Sentí una voz muy clara que me dijo ‘vendé desayunos’. No hice caso y seguí”, recuerda con los ojos bañados en lágrimas. “A la siguiente cuadra volví a escuchar lo mismo y me sorprendí, pero unos metros más adelante insistí nuevamente y la misma repuesta me estremeció todo el cuerpo. Ahí supe cuál sería mi destino”.

Es que Enrique Javier Gallardo Caamaño nació 53 años atrás en el sur de Chile. En los ’80 se radicó en la provincia de Mendoza, pero luego de casarse con Elizabeth Guaymás se fueron de luna de miel a su país natal y regresaron apenas tres años atrás.

Comenzó llevando un termo con café y como su esposa estudió repostería fueron agregando tortas, rosquitas, lemon pie, facturas, pizzas y sánguches de pollo, entre otras tantas cosas. Lo primero que llamó la atención de la gente fue su impecable chaqueta blanca y luego su carro prolijamente armado.

Javier presenció cinco terremotos y no olvida el último ocurrido en Chile. Ellos tenían previsto viajar a la Argentina por eso junto con sus hijos Peter y Walter embaló todas sus pertenencias. “Pero pasaron los días y el camión de la mudanza no llegaba. El día del terremoto tenía que venir, pero no apareció. Como presidía una organización para la vivienda social, salí a recorrer y el espanto se adueñó de mí cuando vi en las condiciones que habían quedado todos mis vecinos. El Señor siempre nos ayudó y al mes llegó el camión”.

“Me siento muy feliz siendo un servidor de esta ciudad. Soy un agradecido de Dios, de mi mujer que ha sido mi apoyo incondicional y de la gente maravillosa de San Rafael, que siempre me trató con el mayor de los respetos y cariño. Espero que el Señor los bendiga y retribuya todo lo que ellos me dieron”, concluyó.

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En acción y alegre. Enrique Javier Gallardo Caamaño vende desayunos.
En acción y alegre. Enrique Javier Gallardo Caamaño vende desayunos.
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