Con la aparición del cuerpo sin vida del joven Rodrigo Osorio (25) se cerró el capítulo de la búsqueda y ahora seguirá el de la investigación judicial para saber cómo fueron los hechos.
Todo se desencadenó a las 9.10 de este miércoles cuando una patrulla de la Policía Turística, que recorría el lago en la lancha particular de uno de los policías, divisó el cuerpo a unos 25 metros de la playita donde el sábado se bañaban Rodrigo y algunos compañeros que participaron de un campamento juvenil organizado por el Tabernáculo Vida y Paz del pastor Víctor Doroschuk.
El cuerpo estaba boca abajo y en evidente estado de descomposición según manifestó la fiscal Alejandra Becerra que viajó hasta el lugar acompañada por el juez de instrucción Gabriel Ravagnani.
Allí tras la inspección ocular y las pericias realizadas por la Policía Científica, la fiscal y el juez ordenaron el traslado del cuerpo que lo efectivizó un catamarán de una empresa particular.
La noticia causó conmoción entre los familiares de Rodrigo que lo esperaban al otro lado de la costa en el predio que posee el club de Pescadores de San Rafael.
En este escenario, Becerra en diálogo con la prensa anticipó que “el cuerpo presentaba evidentes signos de ahogamiento y no de violencia”. Sin embargo admitió que “tendremos que esperar los resultados de la necropsia para confirmar esta primera revisación”.
Lo cierto es que el caso, que fue muy seguido por toda la sociedad sanrafaelina, presenta todavía varios interrogantes que aún no tienen respuesta.
El relato del día de la tragedia
Uno de los participantes del campamento, Martín Araya, dijo a UNO San Rafael que “llegamos el sábado a las 16 al Valle Grande en una excursión que estaba prevista en el cronograma del campamento que se montó en el predio Jesús María en Rama Caída” y agregó que “viajamos más de 100 jóvenes en catamarán hasta las playitas ubicadas frente al Club de Pescadores”.
Allí compartieron un chapuzón del que participó Rodrigo según se pudo observar en algunas fotos que se publicaron en Facebook. “Sabíamos que él no sabía nadar y le ofrecimos un chaleco salvavidas que se negó a utilizar”, reconoció Martín.
Todo transcurrió con normalidad hasta que a las 20.45 partió el último catamarán que trasladó a parte del contingente y unos objetos que quedaron tirados en la playa entre los que estaban las zapatillas y el par de anteojos de Rodrigo.
Desde allí se fueron al campamento y recién a la 1.30 del domingo los coordinadores se dieron cuenta de la ausencia de Rodrigo. Es así que un grupo retornó al Valle Grande y después de buscarlo sin éxito se decidió contactar a los padres del joven, que finalmente pasadas las 9 radicaron la denuncia en la subcomisaría de Rama Caída.
En este sentido, Reinaldo Díaz, uno de los coordinadores y líder de la organización religiosa aclaró que “a las 6.50 del domingo avisamos la desaparición de Rodrigo al destacamento de la Policía Turística en Valle Grande” y agregó que “a esa hora los teléfonos de los padres estaban apagados y no logramos contactarlos”.
Asimismo explicó que “yo personalmente viajé hasta la ciudad para avisarle a los padres que Rodrigo estaba desaparecido”.
En este marco quedaron varias preguntas sin respuesta porque ningún miembro del contingente pudo observar el momento en el que Rodrigo se ahogó, ni siquiera el guardavidas que presta servicios en esas playitas.
Fueron 72 horas de una búsqueda intensa que incluyó el uso de un helicóptero y un avión particular. El lunes por la mañana, el padre de Rodrigo anticipó resignado que “su hijo se había ahogado” y denunció que “el abandono de persona”.
Ahora será la Justicia la encargada de revelar las incógnitas del caso en la causa que se investiga por averiguación “muerte”.
Por Marcelo Schmitt