Don Rafael Evaristo Arce a lo largo de su vida ha tenido muchos oficios, pero hace 46 años su trabajo es de lustrabotas, lo que lo convierte en uno de los más viejos lustradores de San Rafael y uno de los pocos que quedan dedicados a ponerles brillo a los zapatos de los sanrafaelinos.
Con su cajoncito típico de lustrador se ubica cada día en la entrada de una galería, al costado de un café céntrico en la primera cuadra de la avenida Hipólito Yrigoyen, donde espera la llegada sus clientes.
Rememora sus inicios a los 8 años en la vieja terminal “cuando había 20 lustradores, sin contar los que trabajaban en los alrededores con los que sumábamos unos 30 y todos teníamos trabajo”.
Sin dudas eran otras épocas donde la importancia de tener bien lustrados los zapatos era primordial y cotidiano. “Los días sábados la gente hacía cola para lustrarse los zapatos, para ir a algún baile porque si no, no se podía entrar. Hoy hay personas que no valoran la limpieza de sus zapatos y si van de alpargatas igual entran a cualquier lado, pero gracias a Dios todavía hay gente a la que le gusta lustrar sus zapatos para poder ganarme el pan”.
La calle, al haber trabajado tanto tiempo allí, fue su ámbito de crecimiento, lo que le enseñó a trabajar, a respetar y rebuscársela. Así es como se ha ganado la confianza de muchos de sus clientes, que lo ayudan con otros trabajos o con algunos donativos.
En cada instante de la entrevista como “bicho céntrico” sanrafaelino, no faltan los comentarios de los que pasan y reconocen a Rafael, algunos saludan otros le hacen algún chiste o le piden que incorpore alguna nueva modalidad para otros tipos de calzados. Él siempre responde con amabilidad y una sonrisa iluminada por sus ojos azules que no pueden pasar desapercibidos, enmarcados en un rostro con marcas de la vida.
En el trato con los clientes mantiene todo tipo de conversaciones mientras saca brillo. “Está el que habla de política, otros hablan de ‘fulbo’, y yo los escucho, pero creo que nadie puede solucionar el problema de la política ni del ‘fulbo’. Pero cuando me dan conversación yo hablo de lo que sé”, señala.
Ante la consulta sobre el secreto de un buen lustrado, Rafael explica que los nuevos productos no son tan buenos como los de antes, “estos líquidos nuevos ya vienen preparados y no usan pomada, tienen alcohol y eso arruina el zapato y hace que la vida útil sea menor, quema el cuero y uno se queda sin calzado. Uso anilina que la preparo yo mismo a mi gusto y le pongo sólo agua y le doy el toque final con pomada”, dice con total conocimiento de su oficio de tantos años, donde le ha tocado lustrar los zapatos de varias generaciones y hoy atiende a los hijos de antiguos clientes.
En un mensaje final Rafael solicita “que no se olviden que en este pueblo quedan algunos lustradores. Que se arrimen para tener bien presentables los zapatos y así los reciban bien en todos lados”, dijo como una buena carta de presentación.