Enrique Pfaab
En esencia es un tipo solitario, rodeado por 50.000 personas. No lo dice, pero se percibe en su relato que la soledad es un territorio que le es familiar y en donde se siente cómodo. Será porque es hijo único.
Adrián Horacio Mateluna (38) se prepara la comida, lava la ropa y la plancha. No tiene televisión. Prefiere la radio y los diarios.
Sale a caminar solo y recorre escuelas semana tras semana desde hace varios años. Dice que uno de los hitos más fuertes en su vida fue cuando participó en el Censo 2001 y recorrió (solo) el Carrizal de Abajo. “Vi las condiciones en las que vivían los chicos que nosotros teníamos en la escuela. El hacinamiento, las viviendas, la necesidad...".
"Ese día terminé llorando durante una hora. Vi la escuela en su conjunto y comencé a trabajar con la comunidad. Fue una época en que crecí mucho como persona”, dice este hombre que ahora es secretario general del Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación de Mendoza (SUTE) y que mañana a las 13 estará sentado a la mesa paritaria por enésima vez en pocas semanas para saber si el Gobierno hace una propuesta de aumento salarial que tenga un piso del 30 por ciento y resuelva el conflicto.
Es indudable que la soledad le sienta cómoda, pero dice estar seguro de que no hay desafíos posibles sin “el trabajo en equipo” y sostiene que “no sirve el crecimiento individual. Hay que crecer en conjunto, con todos”.
No es docente. Es técnico electricista, analista de sistemas y con una Licenciatura en Telemática, título que lo habilitó a dar clases como profesor y le abrió la puerta del aula cuando tenía 21 años.
Pero antes de eso Adrián Mateluna fue otras cosas. Es hijo de Vicente Horacio (69), ex trabajador de la bodega Giol, y de Ana Paula Bustos (67), que ahora participan activamente en un centro de jubilados. La mayor parte de su vida ha transcurrido en Maipú. Allí hizo la primaria en la Escuela 1-614 Juan Giol, del barrio Canciller, donde fue abanderado. La secundaria la cursó en la escuela Emilio Civit, donde se recibió de técnico electricista.
Su ingreso a la vida adulta fue duro. Era la época de la feroz crisis del final del menemismo y de la fugaz presidencia de De la Rúa. Con sus conocimientos logró hacer algunas pocas instalaciones eléctricas “casi sin herramientas y mal pagas”. Después se fue a cosechar.
“Gastaba 6 pesos en pasaje, comía con 4 pesos y cobraba 15. Había familias enteras que trabajaban por 20 pesos. Fue una enseñanza increíble”. Después trabajó estibando botellas en una cristalería hasta que apagaron uno de los hornos. Luego se desempeñó en un taller de frenos del automotor, más tarde fue vendedor puerta a puerta de cursos de computación… Hasta que decidió que la única alternativa para tener un futuro aceptable era seguir estudiando, mientras se la rebuscaba para juntar algunos pesos.
Dejó la casa paterna hace unos 10 años. Tuvo una misma novia durante mucho tiempo, hasta que “decidimos terminar”. Ahora está de novio con Gabriela, una muchacha que será profesora dentro de poco.
Adrián es reservado. Le cuesta hablar de su vida privada. Va dando indicios y luego se arrepiente. Pero sabe que desde mediados del año pasado es un personaje público y hace un esfuerzo por acostumbrarse a eso.
Incluso reconoce que se sintió “extraño” cuando se encontró por primera vez con el gobernador Francisco Pérez, pero que fue mucho más estresante cuando se topó con la prensa. “Fue un golpazo fuerte. ¡Epa! ¡Mirá lo que tengo que hacer ahora!, pensé”, dice. En cambio con el jefe del Ejecutivo estuvo algo nervioso pero no tuvo esas dudas. “Sé para qué estoy acá. Sé claramente a quién represento y de qué lado tengo que estar”, subraya.
Adrián Horacio Mateluna es, en esencia, un hombre solitario a pesar de ser la voz de 50.000 docentes. Un hombre que se está construyendo, “un autodidacta” como él mismo dice, que está “trabajando en el discurso, tratando de mejorar cada día”. Un tipo que nunca ha podido “adherir totalmente a una ideología. Siempre he construido la mía”. Un hombre metódico que debe utilizar varios minutos todas las mañanas para recortar con prolijidad su barbita candado. Que posiblemente se quede pelado en algunos años. Que es “admirador de la táctica y la estrategia". Que ha leído mucho sobre Grecia y Roma, de San Martín y Bonaparte, de Lenin y Trotski, de Perón y de Eva. Es un hombre que fue impulsado por sus compañeros de escuela a ser delegado por primera vez en 2003 y que fue sugerido por los mismos referentes de la agrupación Celeste a ser el candidato a secretario general del gremio docente mendocino en 2013.
Mateluna perece ser un hombre solitario que todavía no está condicionado por la estructura. “Trato de buscar los puntos en común, porque esas terminan siendo las cosas más importantes y las diferencias dejan de ser obstáculos”.