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El cacique de Santa Rosa afronta días complicados. La intendencia que conduce debe sueldos y pagos a proveedores. Entró en la política como una promesa de cambio. Hoy es un dirigente discutido

Polémico, calentón y jefe de la comuna que sufre la mayor crisis de Mendoza

Por UNO

En diciembre de 2007 tenía 31 años y era el intendente electo más joven del país. Le había ganado por 800 votos al último cacique demócrata, Antonio Ponce, que pretendía mantenerse al frente de una comuna que ya había gobernado durante los 8 años anteriores. Sergio Hernán Salgado era una promesa de cambio, de energía, de una mirada nueva para Santa Rosa, uno de los departamentos menos poblados de la provincia. Pero, al poco tiempo, comenzó a ser el intendente más polémico de Mendoza, un dudoso galardón que ostenta todavía hoy, potenciado aún más por la profunda crisis que esta semana lo hizo ser mencionado hasta por los medios nacionales. Sólo queda analizar si esa turbulencia es nada más que resultado de su gestión o si es propia de Santa Rosa ya que, por ejemplo, Ponce también había tenido serios conflictos y encarnizadas peleas.

El censo 2010 indicó que en los 8.510 kilómetros cuadrados del departamento, vivían 16.374 personas. El nacimiento de Sergio Salgado está asentado en un registro civil de San Martín, pero su familia es santarrosina y él se crió allí. Su padre ha trabajado siempre en la construcción y por eso Sergio eligió ser maestro mayor de obras. Su familia es peronista y él se crió con esa imagen casi idílica de Perón y Evita.

Ese poquito más de formación política que el común, le alcanzó para ser candidato a concejal y ocupar una banca entre 2003 y 2007.

En esos años fue uno de los más críticos del intendente Ponce. El edil le endilgaba al demócrata (panadero de oficio) desvíos y desmanejo de los fondos de la municipalidad. Lo mismo que ocurre ahora, pero a la inversa.

Ese rol opositor, sumado a algunos acuerdos intestinos, posibilitó que Salgado fuera el candidato del Frente para la Victoria en 2007.

Como casi todo en Santa Rosa, la campaña estuvo repleta de denuncias cruzadas. Ponce y Salgado se acusaron de comprar voluntades.

Finalmente el peronista se impuso por 800 votos. Fue un buen margen, teniendo en cuenta que las elecciones allí se ganan normalmente por no más de 400.

Con el resultado puesto, Ponce salió a acusar a Salgado de haber repartido vales de compra, a cambio de votos. Dijo en ese momento que había logrado así más de 1.000 sufragios e, incluso, denunció eso en la Justicia, pero nunca se comprobó.

Lo que sí había hecho Salgado y lo que hizo también después, para fortalecer su poder y seguir ganando las siguientes elecciones, fue prometer trabajo. En un departamento con escaso empleo privado, una matriz productiva agotada y casi inexistente, ser empleado del Estado es uno de los pocos trabajos posibles y seguros.

Pero Salgado comenzó mal su intendencia. Hubo dos elementos que dieron el fuerte indicio de que su gestión sería problemática.

Primero denunciaron que, como primera medida, había hecho ingresar al municipio a parte de su familia y que la que era en ese momento su mujer, cobraba un plan Jefas de Hogar.

Luego, su mismo partido se fracturó y comenzaron a acusarlo. Salgado había roto un acuerdo interno y no había nombrado en su gabinete a quienes había prometido.

A eso se le sumó que, casi inmediatamente y como cumplimiento de sus promesas de trabajo, contrató a una gran cantidad de trabajadores para que cumplan distintas tareas dentro de la comuna.

Esas fueron las primeras tormentas que, tiempo después, desembocarían en el primer intento de destitución.

Personalidades

Pueblo chico, infierno grande. Santa Rosa le da pleno sentido al dicho. Poca población, poco trabajo y enfrentamientos pueblerinos internos, muy vecinales y casi infantiles. Por mandato cultural, quienes han nacido y viven en la villa cabecera, en Las Catitas y en La Dormida, deben tener alguna disputa entre sí.

Alguna competencia, alguna diferencia que amerite una buena discusión. Incluso puede aplicarse ese mismo comportamiento a quienes han estudiado en distintas escuelas o van a distintos clubes. El pertenecer a partidos políticos distintos o simpatizar con alguno de ellos, sólo potencia esas peleas.

Esa característica del lugar fue determinante para que la figura de Sergio Salgado se transformara en una de las más polémicas de la provincia. Porque ocurre que Salgado tiene una personalidad casi tan pintoresca como la de su pueblo.

A Sergio Hernán Salgado no le cuesta mucho perder los estribos. Se enoja fácil y por poca cosa y en su mismo partido, lo critican por "cortarse solo". Prefiere seguir sus decisiones, antes que acordar.

Es inestable emocionalmente y eso le ha generado problemas con quienes lo apoyan, pero también le ha generado graves inconvenientes familiares y hasta de salud.

El hecho de que haya formado y desarmado varias parejas sería un dato de la intimidad, si no fuera porque es un funcionario público y esa característica ha influido en su gestión y en el concepto general que tienen de él en Santa Rosa y que tiene un peso fuerte cuando está en el eje del conflicto, como ocurre en estos días. Además, alguna de esas separaciones ha hecho que termine imputado y a punto de ir a juicio por violencia de género.

Por este motivo, es que no hay ningún sector del peronismo mendocino que lo considere integrante de sus filas. Salgado intendente, siempre eligió cobijarse debajo del ala del gobernador de turno. Primero lo hizo con Celso Jaque, después hizo lo mismo con Francisco Pérez y, apenas asumió Cornejo, de un momento para otro dejó de ser uno de sus críticos.

Cuando Salgado planeaba su tercer mandato consecutivo, imaginaba un triunfo peronista en la Provincia o, al menos, uno en la Nación y, desde allí, poder seguir gestionando la comuna. Pero eso no ocurrió y no pudo seguir cumpliendo con las promesas de trabajos estatales asalariados ni obtener fondos suficientes para mantener los que ya tenía.