Por Javier Polvani
Por Javier Polvani
“Como decía Perón: ‘Cuando entrás en la política, le tirás la honra a los perros’”. Ésta fue la reflexión de Julio Cobos al día siguiente de anunciar que abortaba la carrera presidencial.
Como el día después de la explosión de su popularidad con el famoso voto “no positivo”, tras bajarse de la candidatura con la que soñó desde aquel momento, Cobos se recluyó en Mendoza. La diferencia de ánimo entre ayer y la primera vez fue lapidaria. Se lo vio golpeado como nunca antes. Por sus declaraciones, no parece resignado a bajarse de la política a pesar del enojo coyuntural.
Al menos en tres pasajes de la conferencia de prensa estuvo cerca de las lágrimas. El gesto adusto no abandonó jamás el rostro de Cobos durante el intercambio con los periodistas.
A su lado permaneció incólume su viejo compañero de ruta Juan Carlos Jaliff. Tal vez esa presencia tuvo como objetivo disimular en algo lo solo que está Cobos en este momento.
“Me bajé, pero no voy a abandonar a mi gente, voy a pelear lugares en las listas para mi gente. Lo quiero a Daniel Katz en la Cámara de Diputados de la Nación, por ejemplo”, advirtió, tratando de tranquilizar a los pocos dirigentes nacionales que le quedan cerca.
El vicepresidente está enojado con la política. Cree que fue víctima de la maquinaria partidaria de la UCR. Por eso no ahorró críticas al aparato que nuevamente regentea el chaqueño Ángel Rozas, el mismo que una vez se lo entregó en estado de coma al mendocino Roberto Iglesias, tras el desastre que significó para la UCR el gobierno de Fernando De La Rúa.
Con el abandono de la carrera presidencial, Cobos pagó su absoluta incapacidad para construir una estructura política. Sin eso, nunca pudo conformar un proyecto serio de país con fuerza para convencer al gran electorado.