El método incluyó cuatro etapas:
La detención o el secuestro de miles de "líderes sociales" y "subversivos" según listas que -afirman los entrevistados- fueron elaboradas entre enero y febrero de 1976, antes del golpe, con la colaboración de empresarios, sindicalistas, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles.
Los interrogatorios en lugares o centros secretos o clandestinos.
La muerte de los detenidos considerados "irrecuperables", por lo general en reuniones específicas encabezadas por el jefe de cada una de las cinco zonas en las que fue dividido el país.
La desaparición de los cuerpos, que eran arrojados al mar, a un río, a un arroyo o a un dique; o enterrados en lugares secretos, o quemados en un horno o en una pira de gomas de automóviles.
En aquellos años de plomo los jefes militares habían llegado a la conclusión de que no podían llevar a los detenidos ante la Justicia: recordaban que los procesados y condenados por "actos subversivos" durante el gobierno del general Alejandro Lanusse fueron liberados como héroes luego de la asunción del presidente peronista Héctor Cámpora, el 25 de mayo de 1973 por la noche.
"Tampoco podíamos fusilarlos. ¿Cómo íbamos a fusilar a toda esa gente? La justicia española había condenado a muerte a tres etarras, una decisión que Franco avaló a pesar de las protestas de buena parte del mundo: sólo pudo ejecutar al primero, y eso que era Franco. También estaba el resquemor mundial que había provocado la represión de Pinochet en Chile", afirmó Videla.
Reato explicó que entrevistó a Videla nueve veces entre octubre del año pasado y marzo de 2012 en las que Videla contestó todas las preguntas sobre la dictadura que encabezó durante cinco años, entre 1976 y 1981, cuando fue reemplazado por su amigo y aliado, el general Roberto Viola.
Según Reato, Videla no había sido entrevistado antes porque "en primer lugar, que los periodistas no estábamos interesados en escucharlo. La última vez que lo vi, le pregunté cuántos pedidos de entrevista había recibido desde que en 2008 el juez Norberto Oyarbide le revocó la prisión domiciliaria y lo envío a la cárcel de Campo de Mayo. 'Cuatro', me contestó. El periodista español que publicó la entrevista en Cambio 16; una periodista colombiana de la que luego no supe más nada; un abogado (Carlos) Manfroni, que acaba de publicar un libro en el que incluye declaraciones mías, y usted". Interpreto que los periodistas estamos todavía atrapados en un paradigma que nos indica quiénes deben ser consultados sobre los años setenta; Videla no figura, claramente, en esa nómina políticamente correcta".
En segundo lugar, analiza, "Videla y otros militares acusados o condenados por violaciones a los derechos humanos confiaban en el triunfo de Eduardo Duhalde en las elecciones presidenciales del año pasado, de quien esperaban una suerte de amnistía. A los 86 años y frente a cuatro años más, por lo menos, de gobierno kirchnerista, Videla parece pensar que ya no tiene sentido mantener 'el silencio que me había autoimpuesto'".
En tercer lugar, Videla sostiene que, si bien "no estoy arrepentido de nada y duermo muy tranquilo todas las noches, tengo sí un peso en el alma y me gustaría hacer una contribución para asumir mi responsabilidad de una manera tal que sirva para que la sociedad entienda lo que pasó y para aliviar la situación de militares que tenían menos graduación que yo". En este sentido, considera que sus oficiales no tenían otra salida que "cumplir las órdenes si querían seguir en el Ejército".
Reato analiza que "lógico habría sido que Videla diera estas explicaciones ante la Justicia o un organismo o comisión creada desde el Estado. No es bueno que el periodismo reemplace, de alguna manera, a la instancia judicial".