La frustración de Javier por encontrar a su hijo secuestrado por la propia madre hace nueve años fue creciendo con los años, pero nunca perdió la esperanza. Junto a su madre y abuela del nene, no bajaron los brazos: denunciaron el caso ante la Justicia local y paraguaya desde el día en que el nene desapareció de la casa que compartían en Paso del Rey, al oeste de la Provincia; le escribieron más de mil cartas a la Presidente Cristina Kirchner; se encadenaron en la embajada de Paraguay en Argentina y hasta llegaron a entrar con carteles a la cancha durante Argentina-Paraguay en las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica.Tras una extensa lucha, el hombre recibió la mejor noticia de su vida: un agente de Interpol reconoció al chico (secuestrado a los dos años) cuando iba a la escuela en Atyrá, a 60 kilómetros de Asunción-Paraguay, donde nació la madre del menor. Inmediatamente, se procedió a la detención de la mujer y a agilizar los trámites para que Cancillería ordene el regreso del joven a Argentina.
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En 2006 la madre abandonó la casa familiar con el menor sin dejar rastros de su paradero. Dylan, de 11 años, estaba oculto en Atyrá, a 60 kilómetros de Asunción