Ejemplo: Si el 45% del electorado de un país bipartidista decide participar en la interna del partido 1 y el candidato A de ese partido es votado por el 70% de esos votantes, habrá sacado en realidad el 31% de los ciudadanos totales del país. Si el 20% del electorado de un país bipartidista decide participar en la interna del partido 2 y el candidato B de ese partido es votado por el 70% de esos votantes, habrá sacado en realidad el 14% de los ciudadanos totales del país. Si 10% del electorado de un país bipartidista decide participar en la interna del partido 3 y el candidato C de ese partido es votado por el 70% de esos votantes, habrá sacado en realidad el 7% de los ciudadanos totales del país. Espero ser claro.
Si en agosto el 45% de los argentinos decide participar en la interna del Frente para la Victoria, el 20% en la del radicalismo y el 10% en la del PRO y los números correspondientes a los candidatos 1, 2 y 3 llevaran los nombres de Cristina Fernández, Ricardo Alfonsín y Mauricio Macri, imagínense ustedes cómo serían las caras de Alfonsín y Macri el lunes posterior al domingo 14 de agosto.
Es clarísimo que para el oficialismo tener la posibilidad de implementar o no este sistema es una gran mecanismo de ventaja por sobre el resto de los competidores de la grilla, pero todos harían –en ejercicio del poder- exactamente lo mismo. Son artilugios bien pensados y utilizados con inteligencia. En definitiva de eso también se nutre la política.
La oposición no acierta con las jugadas y sabe, básicamente, que la cosa está muy peliaguda no ya para octubre sino para agosto. Allí se medirán en realidad las fuerzas y los liderazgos si finalmente se sustancian esas elecciones, algo que hoy favorecería enormemente al oficialismo kirchnerista. Los milagros no habría que descartarlos jamás en ningún escenario, pero así las cosas agosto es el mes. No más octubre.
Twitter: @nachorodriguezj