El Centro Cultural Kirchner (CCK), la obra arquitectónica más ambiciosa de Cristina Kirchner, es por estas horas una cáscara vacía de personal y contenidos. El titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos Hernán Lombardi tomó el control para redireccionar el proyecto "faraónico" que fue el corazón del relato K.
En un clima de tensión, el lunes decidió no renovar los contratos de 600 de los 710 empleados que heredó del kirchnerismo.Desde lo edilicio, reconoce Lombardi, el "ceceka" -como apodó al centro que se levantó en el viejo Palacio de Correos- "tiene la opulencia y la calidad de los museos más distinguidos de Europa". La "ballena azul" y el candelabro central lo tienen boquiabierto. Pero junto a los tesoros estructurales, recibió un organismo acéfalo, con obras sin terminar y una legión empleados fieles a la gestión anterior, que quieren mantener la "cultura" del organismo con impronta kirchnerista y, ante todo, sostener sus fuentes de trabajo.
Este lunes por la mañana, un grupo de esos trabajadores volvió a hacer una protesta en puerta en el edificio emplazado en Leandro N. Alem. Según la nueva gestión, se trata de personal cuyos contratos culminaron el 31 de diciembre y ayer decidió no renovarlos. Lombardi le pidió a los gremios intervinientes que en los próximos días le acerquen planillas con los datos de estos ex empleados "para hacerles entrevistas, conocer cuáles eran sus funciones y analizar quiénes tendrán continuidad en la nueva gestión". Según su cálculo, para funcionar, el CCK necesita a 400 empleados y especialistas con conocimientos curatoriales.
Aunque el ministro quiere dejar atrás el problema gremial para convertir al centro en un "faro cultural hacia el mundo", el conflicto no cede. Los ex empleados ya anunciaron que el jueves realizarán una nueva protesta frente al edificio para "reclamar la continuidad del 100% de los trabajadores".