Por Nacho Rodríguez Jardel@UnSanrafaelino
Por Nacho Rodríguez Jardel@UnSanrafaelino
En nuestras últimas columnas venimos desmenuzando el asunto del Poder. Elisa Carrió acaba de sacudir el escenario político con el portazo que pegó en la coalición que fue presentada por radicales, socialistas, libres del sur y lilitos en un teatro de la Avenida Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires. Carrió tiene hambre de poder, el poder alimenta a la política, no debería sentir vergüenza un dirigente que desea el poder. Casi que de eso se trata su trabajo. Un dirigente político que no tiene ganas de agarrar el poder, debería dedicarse a otra cosa…
Pasa que para muchos ser segundo es un negocio, lo dijo esta semana la propia Carrió que de zonza no tiene ni un pelo, ni un kilo. El poder se trata de agarrarlo, de tomarlo. Esa cuestión simple y a la vez enrevesada de darse cuenta de que quien no tenga intenciones de hacerse del poder en la Argentina terminará por aceptar que otro turno más gobernará el peronismo, es la clave. El radical Ernesto Sanz entiende, como Carrió, que ese es el camino, ninguno de los dos se equivoca.
La militancia es la única herramienta capaz de ganarle a los partidos de vidriera, a los personalismos producto del marketing. En los ’80 se estigmatizaba la militancia de los jóvenes. Las víctimas de la época eran radicales, más específicamente los chicos de La Coordinadora, el brazo joven del radicalismo que, según las clases acomodadas argentinas de entonces, eran chiquilines que endulzaban los oídos de Raúl Alfonsín con ideas “zurditas”.
De La Coordinadora, nacida a fines de los ‘60 pero fuerte y con poder en los ’80 y artífice también de la agrupación universitaria Franja Morada, emergieron importantes dirigentes políticos, entre ellos Enrique “Coti” Nosiglia (ministro del Interior de Alfonsín), Federico Storani (ministro del Interior de De la Rúa), Luis “el Changui” Cáceres, Facundo Suárez Lastra (intendente de Buenos Aires en los ‘80), Ramón Mestre (gobernador de Córdoba y ministro de De la Rúa) y el desaparecido por la última dictadura e integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Sergio Karakachoff.
Hoy se hace lo mismo con los jóvenes de La Cámpora, una agrupación que ha demostrado penetración territorial y también ser una cantera de dirigentes comprometidos y distintos en las prácticas a los viejos caudillismos feudales propios del peronismo de la Argentina profunda. Los jóvenes no tienen prontuario y eso molesta a las estructuras del poder fáctico porque al no tener nada para decir de ellos, carecen de elementos para extorsionarlos. Paradójicamente en eso Carrió ha preferido quedarse abrigada al poder de los grupos mediáticos siendo que su partido está fuertemente sostenido por jóvenes. En definitiva, la chaqueña da las luchas que le convienen. Algo que también es moneda corriente en política.
Los grupos concentrados quieren una política sucia, subestimada por la gente, corrupta. Eso les conviene porque mientras más la gente odie a la política más poder tendrán ellos y más podrán servirse del plato del cual los que menos tienen siempre deberían ser los más beneficiados: el Estado.