Por Analía Doñ[email protected]
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Pagaría por saber qué fue lo que Roberto Trotta le dijo a sus jugadores cada día de la semana post Ferro… Pagaría por tener grabada cada indicación, cada reflexión, cada reto, cada charla con el Negro Héctor Banegas.
Quisiera haber sido una de esas neuronas que se revolucionaron el domingo al ser testigos privilegiados de esa decisión final que les dio la titularidad al “silencioso” Héctor Cardozo y al “caradura” Hernán Gautier. Decisión que yo no hubiese tomado y que, con el diario del lunes, claro, aplaudo.
Lo felicito Roberto. Al partido ante Independiente, para mí, lo ganó usted. Usted es el culpable del renacer de esta Lepra que se había descarrilado, que tenía la cabeza en otro lado, que había olvidado sus bases. De esta Lepra que recuperó valores, que despertó de la pesadilla, que volvió a tener jugadores que le ponen el pecho a la realidad y el hombro al compañero.
Usted es el culpable de que Ariel Agüero merezca una siesta de tres días después del esfuerzo que hizo para enloquecer hasta borrar del mapa a Montenegro. Más seguidor que perro callejero resultó el Oso.
Por ahí pasó una de las claves del partido. Si Independiente Rivadavia no cortaba el circuito de juego del Rojo, la historia podía complicarse. De Felippe también hizo su aporte al sacar del equipo a Insúa, y, aunque después se “avivó” al hacer ingresar a Pisano, la Lepra nunca olvidó que no tenía que dejar jugar a los talentosos.
Emiliano Fernández cumplió su rol de salvavidas a la perfección y Diego Tonetto relegó sus aires de volante ofensivo para hacer lo que el momento y el partido le pedían: el más fiel de sus colaboradores.
No me olvido del trabajo de Cardozo. Sin lujos ni un gran despliegue pero prolijito y rendidor. Silencioso y hasta tímido diría pero muy eficiente.
Sabíamos de ante mano que la defensa de Independiente no es de las más destacadas. El Rojo sufre cuando lo apuran y eso fue lo que entendieron Gautier y Gamba, que dejaron las presiones y el curriculum en el vestuario y prefirieron hacer una demostración en cancha como carta de presentación. No sé si los contrataría por toda la temporada pero de lo que sí no tengo dudas es de que se ganaron el derecho de una nueva entrevista.
Insisto, para mí es usted el culpable del 2-1. Sí, sí… del 2 pero también del 1. Así como hubiese querido estar en su mente en el momento en que decidió los once, hubiese querido estar en el momento en que decidió el penúltimo cambio. Le confieso mi ignorancia Roberto… me pongo los lentes, miro el partido de nuevo, ajusto mis tuercas pero no… no entiendo por qué Fernández dejó la línea de fondo ni Gamba el campo de juego. Aunque no sea habitual, si algo funciona por qué cambiarlo, ¿no? El café lo pago yo para que me explique sus motivos. Quizás entienda, aprenda y hasta comparta la decisión.
Párrafo aparte merecen Ayala y García. La ovejita Josué era una de las pocas que había elegido quedarse en el corral cuando el resto se aventuró a disiparse por la pradera mas no viene mal aplaudir de pie una vez más su labor. Ahora bien, la actuación de la Tota es de esas que uno esperaba con ansias después de los últimos dos encuentros. Vaya a saber qué demonio se había apoderado de su cuerpo ante San Martín y Ferro. Ante el Rojo, en cambio, volvió a ser el Ángel de la guarda que conocemos.
Y hay palabras de reconocimiento también para Peralta y Pérez. Porque “reconocimiento” es justamente la palabra para ellos. Y es que al verlos jugar ante Independiente, simplemente los reconocí. Son de esos jugadores que, aunque hubiesen jugado con una bolsa en la cabeza, uno se hubiese dado cuenta de que eran “El Abel y el Negro”.
Y eso mismo sentí respecto de esta Lepra que jugó ante el Rojo: la reconocí. Sentí que si hubiese jugado con una camiseta verde, naranja, amarilla o marrón caqui, sin publicidad ni escudo, igual me hubiese dado cuenta de que era esa misma Lepra que, desde el año pasado, PELEA LA PERMANENCIA con humildad y pantalones bien puestos.