Por Martín Perazzo
Columnista
Hace diez días, la vida de los argentinos rebobinó como un viejo caset VHS. Hizo ruido en su retroceso mientras pasaban imágenes del Tata Baldomir, Julio César Vázquez, Juan Martín Coggi, Rodrigo Barrios, el Negro Castro, Martillo Roldán, Pablo Chacón, Omar Narváez, Falucho Laciar... Y la película mental siguió pasando por los recuerdos de Luna Park con Miguel Ángel Castellini, Uby Sacco, Gustavo Ballas, Carlos Monzón, Horacio Accavallo, Ringo Bonavena, el Mono Gatica, Víctor Galíndez, Pascual Pérez, Nicolino Locche y tantos otros fenómenos que enaltecieron los puños en diferentes épocas.
Pero la cinta de la nostalgia corrió hasta encontrarse con el último registro del país paralizado por el boxeo. En setiembre de 1923, el Toro Salvaje de las Pampas, Luis Ángel Firpo, peleó en Nueva York por el título mundial pesado ante Jack Dempsey.
Ése fue el inicio de una epidemia boxística, donde millones de argentinos siguieron la pelea como pudieron: algunos fueron al Luna Park, donde pasaron la transmisión de radio Sud América, mientras otros miles se volcaron frente a los edificios de los diarios Crítica y La Nación para escuchar la lectura de cables en los altoparlantes o ver una pizarra que se iluminaba con el nombre del ganador. Contextualizando épocas, y a casi 90 años de aquel hito, Martínez-Chávez Jr. fue la remake de otro golpe mediático.
Maravilla y Junior rememoraron lo mejor de las décadas del ’60 y ’70. El poder de la comunicación paralizó al público común con una dosis que impregnó al boxeo de marketing. De repente, el deporte de los puños recibió una inyección popular que tendrán que aprovechar el Chino Maidana, Lucas Matthysse, Omar Narváez, el Cotón Reveco y La Joya Chaves, los exponentes más encumbrados que asoman para acompañar el éxito.
Mientras el país entero bramaba por Martínez en cada derecha en punta que desfiguraba el rostro del pibe Chávez, los que peinan canas entraron en el déjà vu de volver a sentirse parte de aquellas masas que enloquecían alrededor de las radios o frente a la tele cuando Monzón defendió dos veces su corona ante Rodrigo Valdez, cuando Nicolino Loche fue campeón en Japón ante Paul Fuji, en 1968, o aquel inolvidable día de 1970 cuando Ringo Bonavena fue el imán del mundo en el Madison Square Garden ante Muhammad Alí.
Historia pura, como la que acaba de escribir Maravilla Martínez en la conquista del cinturón mediano del Consejo Mundial de Boxeo, ante Chávez Jr. en el combate con presencia argentina más taquillero de las últimas décadas.
Martínez refrescó otros tiempos en la piel de un boxeador que pelea por ser leyenda.