Por Enrique Pfaab
Llegó a San Martín para ofrecer el clásico “gorrito, bandera y vincha”. Hace 27 años que hace lo mismo, viajando a toda carrera automovilística que haya en el país. “Estoy un poco cansado”, reconoce mientras se prepara a montar su puesto de ventas en el autódromo Jorge Ángel Pena, de San Martín, donde este fin de semana rugirán los motores del Turismo Carretera, la categoría en donde el público “es más consumista”, dice.
Carlos Ferrero tiene 63 años y vive en Haedo, o eso cree. Es que allí, en su casa del Gran Buenos Aires, apenas está de lunes a miércoles. El resto de la semana viaja para instalar su puesto en el circuito de turno “de la mayoría de las categorías nacionales”.
En sus bártulos hay banderas, remeras, mates, bombillas, calcomanías, buzos, gorros…, todo con las insignias de Ford y Chevrolet, las clásicas marcas rivales.
Carlos integra una cooperativa de trabajo de diez vendedores, encabezada por el Chufa Ricardo Godoy, su patriarca, quien está en el ambiente del merchandising desde hace 40 años. “Cada cual maneja su negocio, pero nos unimos para facturar y pagar los impuestos correspondientes”, explica Ferrero.
En estas horas en el Pena y sus alrededores hay un intenso movimiento. En el parque Agnesi ya se instalaron los primeros motorhome y adentro se trabaja febrilmente. Algunos pintan, otros arman las carpas de boxes, aquellos tiran cables y estos instalan puestos de venta de comida y artículos como los que ofrece Ferrero.
Ya llegaron también la primera avanzada de los equipos de radio y televisión y los técnicos de la ACTC supervisan todo.
Mientras sostiene que “el mejor lugar para ver la carrera es el curvón sur porque de allí tenés una vista casi completa”, Carlos sostiene que “este es un circuito raro. El público que sigue el TC está acostumbrada a llegar con su auto, acampar, hacer el asado y ver la carrera, todo desde un mismo lugar. Acá no dejan entrar con vehículos porque no hay espacio y tenés que dejar la carpa sola en el parque durante 5 horas, mientras ves la carrera. No se como va a funcionar eso”.
Es cierto. Aunque esta particularidad atentará solo contra la comodidad del espectador, ya que la seguridad estará cubierta por 200 policías que recorrerán constantemente las calles internas del Agnesi.
El vendedor, de madre mendocina, fue viajante durante muchos años. Después ingresó al ambiente tuerca casi por curiosidad y adoptó esta forma de ganarse la vida por los siguientes 27 años. Tanto tiempo y tanto ruido de motores que ha perdido gran parte de la audición. “La verdad es que casi no miro las carreras. Solo un par de vueltas de la final. No es que no me guste, pero ya estoy un poco cansado”, reconoce. “Eso si: esto me permitió criar a mis dos hijas y mantener mi casa”, acepta.
Ya los primeros trailers y enormes motorhomes se acomodan para entrar al circuito. En la otra entrada ya hay algunos que hace cola para conseguir la mejor ubicación. Quizá sea el curvón sur, como recomienda Carlos. Faltan unas horas todavía para que arriben los primeros autos coloridos y las tradicionales chicas pulposas.
Dicen que habrá más de 60.000 espectadores el domingo. El vendedor espera que sea así. Es que “acá se vende por contagio. Uno compra una bandera del Ford y el otro inmediatamente quiere una de Chevrolet”. Ferrero conoce su negocio. Tanto que ya casi no recuerda su casa.