El muchacho de ardientes 21 años había tenido una noche de fiesta y arriba de su Torinocontinuaba con los cariños a la chica que lo acompañaba. En la oscuridad de la avenida Libertador
paró su auto y siguió con los mimos. La acalorada función de amor estaba en su apogeo, por eso lapareja no escuchó una voz que venía desde unos metros más allá.Los sacó de su tierno momento placentero una ráfaga de ametralladora que le descolgó al joven elbrazo derecho, arriba del codo.
Lo que no escucharon era la voz de advertencia de un soldado que hacía guardia nada menos quefrente a la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada (ESMA), que años después sería la sede
del horror de cientos de torturados y desaparecidos y que actualmente es el Museo de laMemoria.Ese 11 de abril de 1965 quedó como una nefasta noche, la más fea de su vida, para VictorioFrancisco Casa, un marplatense jodón y mujeriego, como la mayoría de los integrantes de aquel
equipo de San Lorenzo que quedó en la historia como los Carasucias.Pocas veces en su vida quiso hablar del episodio: "A las ocho y media de la noche salimos con mipeluquero y dos minitas. Fuimos en mi auto, para el lado de la cancha de River. Comimos un
choricito... pasó una hora. Volvimos por la Costanera. Estábamos escuchando Inolvidable, de TitoRodríguez. Me metí por una calle muy oscura y paré el coche. Entonces sentí el ruido de laametralladora. ¡Pa, pa, pa y pa! Cuando me vi, no tenía la mano. Seguí con el auto hastaLibertador. Un tachero me reconoció y me llevó al Pirovano. El doctor me dijo: "Pibe, no es nada". "¿No es nada? Tengo la mano en la mano, hermano". Me anestesiaron. Pensé que estaba muerto. Al otrodía, el doctor me dijo: "El brazo lo tenés". Me había puesto una venda y la escarbé. ¿Qué lo voy atener?".Esa vez el loco wing izquierdo no pudo gambetear los balazos.
Había llegado del Deportivo Norte, de la B de Mar del Plata, en 1961 y debutó con 18 años en laPrimera de San Lorenzo el 9 de setiembre del \'62 contra Ferro.
Junto con Doval, Veira, Areán, Telch, Rendo, Albrech y el mendocino Rolando Gramari armaron unequipo que se divertía y hacía felices a sus hinchas al verlos jugar con tanta libertad de
movimiento y con jugadas que se acercaban más a un picado del barrio que al fútbol profesional.Victorio Casa llegó a la Selección nacional y fue campeón de la Copa de las Naciones en Brasil ,superando nada menos que a los locales que venían de ser bicampeones del mundo.
Pero esa ráfaga le truncó la carrera, o mejor dicho le aceleró el retiro.
Su voluntad lo llevó a reaparecer en San Lorenzo, 45 días después. Porque el 25 de mayo del \'65, en el partido ante Banfield, otra vez Casa entró a la cancha pero desde ese día pasó a ser el
Manco Casa.La herida sin cicatrizar, la multitud que lo ovacionaba en el viejo Gasómetro y al wingizquierdo no se le movió un pelo. "Había que ser duro para entrar", contaba años después.
Jugó dos años más, pero su estabilidad no era la misma. Sus gambetas eran más predecibles,aunque volvió a destacarse algunas tardes, pero nunca fue igual. Terminó en el fútbol de EE.UU.
Es la historia del Manco Casa.
La tapa de El Gráfico.Sin título
Ese equipo no pudo ser campeón con Casa, pero en 1968 esos jugadores, más maduros, festejaron eltítulo del Metropolitano invictos
Los simpáticos carasucias
En la utilería. Roberto Tech, Narciso Doval (arriba), Héctor Veira (en el medio) y Casa, conJosé Nano Areán abajo. Las
bromas que le hacían al "Manco" Casa eran constantes y su brazo ortopédico aparecía en cualquierlugar del vestuario.