Es que toda la tarea de marketing previo que realizó Martínez tuvo éxito en nuestro país, y muchos que no sabían hace unos meses quien era ese muchacho de ojos verdes y figura atlética que pasaba por los canales de televisión demostrando su carisma, descubrieron al gran campeón que es "Maravilla", y que realizó el milagro de convocar a todos, o casi todos los argentinos frente al aparato de TV, como en aquellas jornadas memorables, donde púgiles como Nicolino Locche, Carlos Monzón o Hugo Pastor Corro paralizaron a la Argentina, y las familias, vecinos o amigos se reunieron ante los aparatos valvulares de televisíon en blanco y negro, como si fuera una fiesta.
Trazando parangones y haciendo una mirada retrospectiva, la faena del quilmeño radicado, primero en España, y luego en Estados Unidos, también emocionó a todos y nos llenó de orgullo. Los que tuvimos la suerte de poder ver el combate entre el "Intocable" Nicolino Locche y Paul Fuji desde Tokio, descubrimos en la actuación de Maravilla un punto de conexión. Pudimos disfrutar la magia del boxeo inteligente y elegante imponiéndose sobre la fuerza y la furia, dejando de lado un espectáculo violento para vivir una obra de exquisita estética y plasticidad. El argentino había ganado su combate mucho antes de llegar a las tarjetas en el plano psicológico, aunque a diferencia del combate de Locche, su rival dio pelea hasta el final, donde pudo haberlo ganado por nocaut en una acción aislada.