La noche mágica del toro y el torero

Por UNO

Este sábado a la noche será recordado por siempre, ya que ingresará en la historia grande del boxeo argentino, pues lo realizado por Sergio Martínez, al vencer a mexicano Julio César Chávez y recuperar su cetro de campeón regular tuvo ribetes de épico, no solo por lo realizado sobre el ring, que fue magistral, literalmente hablando, si no porque llegó acompañado por un contexto social que hizo recordar otras jornadas perdidas allá en el tiempo.

Es que toda la tarea de marketing previo que realizó Martínez tuvo éxito en nuestro país, y muchos que no sabían hace unos meses quien era ese muchacho de ojos verdes y figura atlética que pasaba por los canales de televisión demostrando su carisma, descubrieron al gran campeón que es "Maravilla", y que realizó el milagro de convocar a todos, o casi todos los argentinos frente al aparato de TV, como en aquellas jornadas memorables, donde púgiles como Nicolino Locche, Carlos Monzón o Hugo Pastor Corro paralizaron a la Argentina, y las familias, vecinos o amigos se reunieron ante los aparatos valvulares de televisíon en blanco y negro, como si fuera una fiesta.

Trazando parangones y haciendo una mirada retrospectiva, la faena del quilmeño radicado, primero en España, y luego en Estados Unidos, también emocionó a todos y nos llenó de orgullo. Los que tuvimos la suerte de poder ver el combate entre el "Intocable" Nicolino Locche y Paul Fuji desde Tokio, descubrimos en la actuación de Maravilla un punto de conexión. Pudimos disfrutar la magia del boxeo inteligente y elegante imponiéndose sobre la fuerza y la furia, dejando de lado un espectáculo violento para vivir una obra de exquisita estética y plasticidad. El argentino había ganado su combate mucho antes de llegar a las tarjetas  en el plano psicológico, aunque a diferencia del combate de Locche, su rival dio pelea hasta el final, donde pudo haberlo ganado por nocaut en una acción aislada.

Sobre el ring se apreció una pugna repetida en las fiestas taurinas: hubo un toro, fuerte, valiente y agresivo, y también un torero, que con velocidad, inteligencia y técnica depurada desafió a la brutalidad, para imponer su naturaleza superior, emocionar a millones de personas y generar un deleite visual.

Un argentino brilló en Las Vegas, y el deporte golorioso de los puños volvió a congregar a sus compatriotas en familia o en grupos de amigos y regalarles un triunfo y un motivo de orgullo. Quienes tenemos varias décadas vividas en este mundo, pudimos volver a celebrar de ese boxeo que vimos antaño y volver a sonreir en una noche mágica, como cuando eramos niños y Nicolino era el "muchacho de la pelicula". Muchas gracias por este inesperado regalo.