Por Lucio [email protected]
Por lo que debió exigirse para lograr la igualdad y mantener el resultado, el empate logrado en Jujuy el viernes le vino muy bien a Independiente Rivadavia.
Por lo que debió exigirse para lograr la igualdad y mantener el resultado, el empate logrado en Jujuy el viernes le vino muy bien a Independiente Rivadavia.
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Cuando la defensa y el arquero toman un papel preponderante o cuando los volantes cumplen con las tareas de la obstrucción y el quite más que con la creación ofensiva, sin duda que el rival tuvo más control del juego.
A Independiente Rivadavia le sucedió el viernes en la capital de Jujuy, porque jugó uno de sus peores partidos teniendo en cuenta la faceta del ataque (sólo un remate directo al arco: el gol de Gutiérrez).
Y tuvo el respaldo de un arquero sólido y seguro que se cansó de bajar centros y sólo en el gol de los jujeños tardó en reaccionar, como el mismo Josué Ayala lo reconoció.
Si el arquero se transforma en la figura del equipo, todas las tendencias indican que el rival tuvo una intensa actividad ofensiva, aunque no fuesen tan claras o con remates directos.
La Lepra no tuvo un mediocampo aceitado de la mitad hacia adelante. Faltaron los momentos de talento de Ezequiel Pérez o las corridas laterales de Tonetto o Peralta. Ellos tenían chispazos o apariciones momentáneas, pero les faltó continuidad para crearle peligro al arquero Lucas Hoyos.
Pero Emiliano Fernández tuvo el respaldo de sus compañeros en materia defensiva, para juntarse con los cuatro de atrás y cerrarle caminos a Gimnasia.
El punto fue valioso. Si hubiese perdido, no habría sido tan ilógico.