Por Raúl [email protected]
El periodista Raúl Adriazola escribe sobre el bochornoso combate donde el púgil mendocino venció al brasileño Bispo Ribeiro, quien nunca mostró equivalencias. Video.
El periodista Raúl Adriazola escribe sobre el bochornoso combate donde el púgil mendocino venció al brasileño Bispo Ribeiro, quien nunca mostró equivalencias. Video.
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Da pena e impotencia. Para un boxeador no hay nada más triste que la indiferencia, más que la propia derrota. El púgil trabaja en silencio y anónimamente casi todo el año, muchas veces, todos los días. Pero, en ese arduo trabajo íntimo que significa el gimnasio, su meta y sueño es verse combatir en un estadio lleno, iluminado a pleno y, si es posible, con la TV y todo el periodismo.
El boxeador, tal como un artista, necesita del aplauso, el aliento y, sobre todo, la presencia del aficionado. Para eso trabaja, para lucirse. Como dice la cita bíblica: “Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de una cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz”. (Lucas 8:16.)
Por eso, en la madrugada del domingo ver por televisión a Yoni Barros en un feo estadio de la FAB, semivacío, tratando de celebrar su victoria, rápida, sin oposición del contrario, dejó un gusto amargo para quienes conocen al exquisito púgil del barrio Lihué. Quienes saben de su esfuerzo de prepararse concienzudamente para sus peleas, además de conocer sus ansias de revancha, se sintieron apenados.
“Quiero volver a ganar lo que es mío”, no se cansa de decir Barros a todos los vientos. Pero, de esta forma, el camino es una escalera acostada.
Quien fuera campeón mundial pluma de la Asociación Mundial de Boxeo y deslumbrara con su elegancia y estilo al propio maestro cubano Sarbelio Fuentes, de paseo por el gimnasio de Pablo Chacón, necesita y merece una chance mundialista. La Federación Internacional tiene puestos los ojos en él y es inminente que le llegue la oportunidad de retomar su sueño mundialista. Pero programándole este tipo de peleas, ante patéticos rivales, el camino se le hará escabroso.Y habrá más estadios vacíos e indiferencia, cuando Jonathan Barros merece las más encendidas luminarias y tribunas colmadas para mostrar su boxeo de alto vuelo y devolver el cariño de la gente.