Por Martín Perazzo
Hasta aquí sobraron palabras y como suele ocurrir en la antesala de las veladas que rompen el molde, los protagonistas se envalentonaron con la marea comercial que rodea al producto subiéndose a la ola de chicanas y declaraciones provocadoras. Maravilla fue al hueso desde el primer día; Chávez Junior prefirió ser más cauto y dejar que vaya al frente su padre, la leyenda.
El combo de venta para el próximo sábado tiene catálogo perfecto: paridad y atractivo deportivo, más show y amenazas mediáticas.
Sergio Martínez y Julio César Chávez muestran pasado, presente y futuro para captar la atención del mundo boxístico y de miles de argentinos que acomodaron sus papeles para viajar a Las Vegas.
Algunos van como primerizos, otros envueltos en el déjà vu de refrescar aquellas jornadas memorables donde pudieron hacerle el aguante a Oscar Bonavena, Víctor Emilio Galíndez, Juan Martillo Roldán o el Tata Baldomir, algunos de los boxeadores criollos que tuvieron históricas incursiones en el país que imanta al boxeo.
El combate del próximo sábado muestra las vísceras desde antes del contrato. Maravilla nunca ocultó el descontento con el CMB por haberlo destronado en los escritorios y lleva tiempo inflando las venas para vengar esa injusticia arriba del ring. Sergio dijo: “Las ganas que tengo de noquear a Chávez Junior me están dando ese plus especial que hace que quiera trabajar más y más duro. El 15 de setiembre no harán falta los jueces, el combate acabará antes”.
Mientras del lado argentino se sobreactuó demasiado el estilo bravucón que eternizó el inolvidable Cassius Clay, del lado mexicano se apeló al perfil moderado con una contra verbal justa.
Julio César Chávez hijo resaltó que le urge vencer a Martínez para callar a muchos críticos. “Estoy seguro de que voy a ganar y mostrar lo que soy… lo voy a callar. Él es hablador y un payaso”, sentenció.
A medida que se consume la espera, los pronósticos se emparejan. Parece irresponsable hablar de favoritismos absolutos en una contienda de tanto relieve. El Junior con porte de mediano natural, 5 centímetros más alto (parecen más) y 26 años (11 menos que su rival), emparejó el interrogante. Como contrapunto, el quilmeño Sergio Gabriel Martínez quiere enrostrarle su oficio de boxeador cerebral y determinante que prepara sin apuro su banquete de nocaut, con cuerpo y mente.
Entramos en zona de golpes y bocas cerradas. Lo dicho de antemano habrá que confirmarlo en el ring. Los dos están ante la pelea más importante de sus vidas. Ahora deberán mostrarle al mundo que están a la altura del marco, de la bolsa millonaria, de las luces de Las Vegas y del cinturón mediano en disputa.
Segundos afuera y aaaaa boxear.