Por Julio Boccalatte y Marcos González Cezer
En el repaso de sus 30 años en la Argentina, Víctor Hugo Morales no soslaya la importancia de su trabajo puntual y, en ese paquete, lo que fueron sus relatos emblemáticos.
Hay un paradigma, claro está, convertido ya en leyenda: aquel del "barrilete cósmico" en el segundo gol de Diego Maradona en el Argentina 2 - Inglaterra 1 por los cuartos de final del Mundial de México 1986, en el que el seleccionado nacional salió campeón.
-¿Lo recuerda, Víctor Hugo?
-Cómo no.
-Por las dudas, entonces: "La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga. ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta... Goooooool. Gooooool. ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. Barrilete cósmico.
¿De qué planeta viniste? Para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina.
Argentina 2, Inglaterra 0. Diegol. Diegol. Diego Armando Maradona.
Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2, Inglaterra 0″.
-¿Saben qué? Durante años no quise escucharlo. Lo hice al otro día del partido y no me sentí bien, me dio un poco de vergüenza.
-¿Por qué?
-Suelo decir que fue como si me filmaran un día que me dio por salir corriendo borracho por la calle y luego me pasaran la película. Les cuento algunos hechos que recuerdo de ese episodio.
Sé que por un instante me quedó la mente en blanco, una especie de emoción violenta como la que suele mencionarse en hechos criminales. Que blandía el puño hacia alguna gente. Que lloré, claro, recuerdo que lloré.
-Y después, durante buena parte del relato del partido entre Argentina e Inglaterra, se la pasó pidiendo disculpas.
-Es verdad, porque sentía que había hecho una macana. Así que en efecto pasó bastante tiempo antes de aceptar el relato y confieso que sólo lo escucho cuando me sorprenden. Pero el tiempo me fue poniendo a buenas con el gol. Un día empecé a decirme que quién era yo, qué clase de desagradecido a la vida era yo permitiéndome negar el episodio más trascendente de mi vida como relator.
-¿Qué le objeta puntualmente a ese relato?
-El exceso y la falta de detalles en la narración. "Genio, genio, genio, tatata...", qué se yo, no tiene nada de descripción.
Diego pasaba tipos como si fuesen conos y yo dale con "genio, tatata".
-De todos modos, con sus dudas, con sus cuestionamientos, entiende que, al menos en su condición de relator y para el pueblo futbolero, es el momento más importante de sus 30 años aquí.
-Claro que lo entiendo. Es lo único que habrá de sobrevivirme profesionalmente. Cuando sea nada más que huesos o polvo alguien escuchará ese gol. Nada menos que eso le debo a Diego. La posibilidad de haber dejado un rastro, una huella. Y en vida me dio afecto, trascendencia fuera de fronteras, respeto entre los colegas relatores.
-¿Recuerda por qué fue un relato tan visceral?
-Una prodigiosa combinación entre el arte de Diego y algunas cuestiones personales. El gol fue maravilloso y aunque siempre se habla de la expresión "barrilete cósmico", creo que el acierto mayor fue declararla la jugada de todos los tiempos.
-¿Y las cuestiones personales?
-Creo que, en principio, se mezcló lo de Malvinas, que aún era una herida abierta toda vez que se pensaba en los ingleses.
Allá en México se disimulaba, pero todos sabíamos del profundo deseo de los argentinos por ganar ese partido, aunque más no fuera ése. Y otro hecho era una cierta bronca con México porque le daban la contra a la Argentina y también a Uruguay, eso lo padeció mi mujer en la tribuna en un partido de la Celeste.