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Ricardo Santos es “un prócer del Malbec”. En 1972 exportó por primera vez ese varietal cuando era propietario de Norton. Luego de un retiro breve volvió al ruedo para producir uno de los más destacados del mundo

Un vino con sello propio

Fabián Sevilla

De la redacción de UNO

En el universo vitivinícola se lo conoce como “un prócer del Malbec”; él, en su tarjeta personal bajo el nombre, se presenta simplemente como “productor de Malbec”. Ricardo Santos (74) es ante todo un apasionado de este varietal, que considera “el vino emblemático argentino y al cual aún muchos paladares de todo el mundo deben descubrir”. Ricardo es hijo de Manuel Santos, quien en 1956 adquirió la Bodega Norton a un empresario chileno que a su vez había comprado esa firma a sus fundadores. Su profesión original es la de arquitecto, pero dejó de ejercerla para dedicarse a los vinos que salían del emblemático establecimiento en el cual se fue involucrado y del que se hizo cargo luego de la muerte de su padre.

En 1989 vendió la bodega con intenciones de abandonar la industria, aunque no tardó mucho en arrepentirse. Plantó una finca de Malbec en Russell, Maipú y en 1995 elaboró el primer vino que salió al mercado dos años después.

Hasta este año, su bodega Cuchillas de Lunlunta producía un único vino, de una única uva y el único que incluye el nombre del varietal en su marca: se llama El Malbec de Ricardo Santos y actualmente es reconocido como uno de los mejores caldos de Argentina.

Para esta entrevista, sin hacer preanuncios, Ricardo abre una botella y sirve en las copas para indicar que cuando se habla de Malbec hay que hacerlo probando uno.

–Se dice que el Malbec argentino no tiene absolutamente nada que ver con el que se produce en Francia...

 –Y es así. El Malbec es el vino emblema argentino por varias razones. Principalmente porque es una uva original de la Argentina. Es un macanazo total decir que ese varietal es de Francia. Efectivamente llegó de ese país, pero aquí se cambió totalmente. Cuando uno come la uva que se cultiva aquí y la que sale de tierras francesas se da cuenta de que son distintas; lo mismo pasa cuando uno prueba el vino que se hace con ellas...

–¿Cómo es el Malbec argentino?

–Si probamos hoy la Malbec francesa nos vamos a encontrar con que tiene una cantidad de taninos parecidos al de la Cabernet Sauvignon. La característica del Malbec es que no tiene esa cantidad de taninos, lo que lo vuelve un vino suave, para disfrutar. Había un crítico australiano que dividía los vinos en dos grupos: para beber y para conversar. Nuestro Malbec es para beber: se sientan cuatro o cinco personas y antes de que llegue la comida ya se han bajado una botella completa.

–¿Cuál es la relación de los consumidores de otros países y ese emblema nacional?

–Ya empezaron a disfrutarlo. En Norton exportamos el primer Malbec a EE.UU. en 1972, aunque era un vino del año anterior. Tuvo muy buena crítica, pero más allá de eso, quienes lo probaron comenzaron a hablar de dónde estaba la Argentina y después, qué era el Malbec. Ahí comenzó a conocerse ese varietal, luego hubo una reacción positiva de parte de la prensa y del consumidor, pero mientras no se paró la inflación la Argentina estaba totalmente aislada del mundo, vivíamos con lo que producíamos nosotros. Cuando nos dimos cuenta de que en el mundo se hacían otras cosas, entonces empezamos a producir lo que no había: Malbec. Creo que fueron los consumidores quienes más rápido asimilaron los nuevos estilos.

–¿Cuál es el futuro de nuestro Malbec?

–Su futuro depende de nosotros: los productores. Si vamos a sacar cualquier cosa con el nombre de Malbec o si no cuidamos la calidad no se irá haciendo conocer. Para mí es una gansada cuando se dice que la gente se está cansando de tanto apostar al Malbec y que hay que pensar en otras opciones. Malbec representa el 50% de las exportaciones del país a otras naciones, pero la cantidad de consumidores que lo han probado es ínfima y cada vez que se lo presenta en una feria internacional me encuentro que aún sorprende. La gente que está en el mundo del vino sabe que existe, pero muchos otros, el gran caudal de consumidores comunes, no lo conocen todavía.

–En ese sentido, este vino tiene un inmenso nicho en el cual posicionarse.

–Tenemos que seguir no haciendo una explosión de ventas, sino llevarlo cada año a todo el mundo para presentarlo. Seducir paladares es algo que se hace con paciencia.

–¿A qué se debe su pasión “malbequera”?

–Nació cuando en Norton nos propusimos lograr un vino con personalidad propia y no cedimos hasta quedar convencidos de que lo habíamos conseguido. Antes de elaborar esa cosecha de 1971 hacíamos cortes: Cabernet Sauvignon, Malbec, Merlot. Pero junto con nuestro enólogo, Pancho Giménez, veníamos experimentando, acortando un poco el Malbec al final para ver cómo se desarrollaba. Teníamos esas uvas en Lunlunta y en Agrelo. Vimos que había una diferencia entre ambas, que nosotros considerábamos respondía a la temperatura. El más frío, el de Agrelo, daba un vino más texturado, con un dejo a Cabernet Sauvignon; en cambio, el otro resultaba más aromático y ese fue el que comenzamos a exportar. Habíamos conseguido un vino con características particulares, que además era el que hasta hoy a mí me satisface.

–¿Su pasión está basada en buscar lo mejor?

–Puede ser. Alguien me dijo: no creas que tu mejor vino es el de la primera vuelta, el mejor vino es el que hay que seguir buscando sin rendirse hasta encontrarlo.

–Imagino que por su paladar habrá pasado mucho Malbec, ¿que le genera aún hoy probarlo?

–Placer. Hay dos formas de probar un vino. Desde un punto de vista crítico y desde uno netamente vinculado al placer. Cuando uno se sienta a tomar una copa con los amigos no va a empezar a olfatear el vino, marearlo, buscarle el perejil picado de aquel lado del cerro... Hay que ir al goce que genera.

–¿Los críticos definen el éxito de un vino o no?

–Recuerdo que en una revista inglesa una crítica de vinos dijo que había estado con unos amigos tomando cierto vino y que le había parecido espectacular, lo había disfrutado.

Posteriormente, en esa misma revista publicaron la carta de un lector en la cual le hacían notar que ella misma, antes, a ese vino le había puesto un puntaje muy bajo y cómo era que ahora venía a decir que era excelente. A eso ella contestó diciendo que cuando estaba reunida con sus amigos disfrutaba de la compañía, la comida y del vino, no era momento para hacer una crítica.

–A veces da prurito opinar sobre un vino por temor a que nos digan que no sabemos nada al respecto...

–Al vino lo disfrutamos de una manera según cómo, dónde, con quién y en qué rol estemos. Y cuando nos piden la opinión, tenemos que decir si nos gusta o no, sin necesidad de explicarlo. El vino necesita ser disfrutado, no criticado.

–¿Qué otros vinos les gustan tanto como el Malbec?

–Básicamente los de Burdeos. Pero creo que si yo produjera otro vino buscaría alguno del Norte de Italia, como un Sangiovese o Bonarda.

–Volviendo a su pasión “malbequera”, ¿Cómo sería el brindis que le inspira una copa de Malbec? (Mira la copa que se ha servido, piensa un rato y se anima)

–Disfrutemos de este vino... y nada más.

–Si tuviera que convencerme para que me enamore del Malbec, ¿qué me diría?

–Yo no convencería a nadie. Lo primero que digo cuando me invitan a dar una charla es “hoy no vamos a andar revoleando la copa, olfateando, haciendo gárgaras y buches, y escupiendo; hoy vamos a tomar y al que no le guste este vino, yo no le voy a decir lo que hay que tomar”. Pero lo que sí es importante es arriesgarse a buscar hasta que uno dice “esto es lo que a mí me gusta”. El Malbec puede terminar siendo lo que más le guste a quien nunca lo probó.

“Señores, esto es el Malbec”

Cuando a Ricardo Santos se le pregunta qué significa para él Malbec, primero se la juega de racional. “Es una variedad de uva”, responde. Pero entonces, busca en su faceta más emocional y se anima a decir que “es un vino que podemos desarrollar buscando cada vez más una identidad. Es decir, llegar a identificarnos con el vino y que él se identifique con nosotros”.

Añade que Cabernet Sauvignon se produce comercialmente en más de cien lugares en el mundo. “En EE.UU, los cincuenta estados, incluyendo Alaska y Hawai, lo hacen. Ninguno Malbec.

Nosotros tenemos el honor de estar sentando a nivel mundial las especificaciones de cómo debe ser un Malbec. Se nos presenta la oportunidad de decirles a los productores y consumidores de otros países ‘esto y solamente esto es el Malbec’”.

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Ricardo Santos
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