Por José Luis Verderico
Fue una de las noticias periodísticas del 2008 y, según Jaime Correas, por entonces director de Diario UNO, la cobertura que me permitió graduarme como jefe de cierre de este matutino: José Genoud se
había suicidado.
Aquella noche de setiembre, la redacción todavía funcionaba en la calle Pedro Molina de Ciudad y las rotativas ya imprimían los primeros ejemplares, que se apilaban en el área Expedición para llegar a manos de los canillitas y los distribuidores, y desde allí a los lectores.
“Se mató Genoud”, me avisó mi madre al celular. “Acabo de escucharlo en la radio”, cortó. La noticia, que me sorprendió cuando volvía a casa en remís, me sacudió de pies a cabeza. “¡Vayamos de vuelta al diario, por favor!”, le dije al chofer. Matías Barandica, diseñador gráfico y compañero de ese viaje diario, no entendía nada. “Se suicidó Genoud”, alcancé a decirle, mientras miles de interrogantes se agolpaban en mi cabeza acerca del caso y de cómo debía plasmarse en las nuevas páginas de Diario UNO.
La famosa frase “¡paren las rotativas!” se hizo realidad, los llamados telefónicos se multiplicaron y en equipo comenzamos a diseñar la cobertura, que debía ser urgente y de calidad. El fotógrafo Marcelo Aguilar saltó de la cama y atravesó todo el centro, hasta la última morada del primer vicegobernador de Mendoza tras el regreso de la democracia. El reportero gráfico Paulo Páez hizo lo mismo.
Genoud, el Pepe para sus amigos, el influyente político radical, el amante de la vida de campo y de las armas de fuego, el sospechado de participar en el entramado de las llamadas coimas en el Senado de la Nación durante la gestión de Fernando De la Rúa, pasaba a ser el protagonista inesperado y excluyente de esa cobertura urgente, que se gestó después de ese llamado providencial.
A Genoud lo traté a través de asesores y correligionarios suyos cuando la Justicia federal le restituyó, pocos años antes de su desaparición, el dinero que el corralito delarruísta le había atrapado en el banco. El objetivo de la sentencia firmada en los tribunales federales era que pudiera tratar un cáncer que lo aquejaba y lo tenía a maltraer.
Su figura quedó como uno de los mendocinos que estuvieron siempre en la cima del poder, cerca de los que tomaban decisiones importantes para la vida democrática.
Lució más en Buenos Aires por su trayectoria como legislador nacional que en Mendoza como segundo de don Santiago Felipe Llaver (con quien tuvo fuertes roces) y líder de Causa Nacional. Y eso fue como una piedra en el zapato, pequeña, pero molesta al fin.
A Genoud lo recuerda, en esta misma página, su amigo y ex legislador radical Mario Cruciani.
legislador radical Mario Cruciani. Yo lo evoco como el generador de una de las noticias más impactantes de UNO en los primeros 20 años de camino junto a sus lectores: el causante de su propio final, de su propio destino.