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Los testimonios reflejan historias de vida sencillas que quedaron truncas por la imprudencia del conductor brasileño del camión. Duras críticas a la policía mendocina

Desesperación y rabia entre los familiares de las víctimas del choque en San Martín

Carina Luz Pérez

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Desorientados y llenos de dudas y dolor, contestando preguntas de extraños, haciendo cola para la extracción de sangre como si fuera un trámite, en medio de una burocracia policial que hizo más gélida la muerte inesperada de sus afectos: madres, hijos, padres o hermanos.

Así pasaron, uno por uno, los familiares de las 17 víctimas del choque frontal entre un camión y un colectivo de la empresa Mercobús por el Cuerpo Médico Forense para comenzar el duro periplo de la identificación de los cuerpos.

La rabia hacia la policía mendocina que no escuchó los llamados de alerta realizados al 911 respecto del camión “asesino” fue el punto en común de todas las conversaciones entre ellos mismos y con la prensa.

Los primeros en quedarse a la espera de alguna novedad fueron los hijos de Rosa Ortega (80), de Maipú, quien siempre visitaba a sus hermanos en Córdoba. Fue la única pasajera que subió en Sampacho.

“La última vez que hablé con mi mamá fue el lunes pasado y me había dicho que una vez que se mejorara el tiempo en Córdoba, miércoles o jueves, venía para acá; pero, bueno, se decidió por el viernes. Cuando escuché del accidente ya presentía algo, y fue terrible escuchar en la voz del gobernador el nombre de mi mamá”, dijo Graciela (43) entre sollozos.

En su caso, como lo que ocurrió con varios familiares, la información sobre cuándo podrían velar a sus seres queridos era confusa, porque algunos uniformados presentes habían advertido que podía ser en tres días y otros hablaban de un mes.

Sin duda alguna, los más enojados de los que pudo entrevistar Diario UNO fueron los amigos y parientes de los choferes del micro.

“¡Pudo tener otro final, pudo tener otro final!”, gritaba sin cesar la hija de Jorge Lionetti (55), uno de los conductores del colectivo, mientras su hermano Alexis la sostenía al llegar desde San Luis. Al lado, su mamá la seguía con más llanto y al reclamo de “¡por qué nadie hizo nada, por qué estos hijos de puta no hicieron nada!”.

La desesperación no les impidió decir que Lionetti nunca había tenido un accidente y que seguramente él no iba manejando, porque “algo podría haber hecho; era un excelente conductor”.

Mudos, casi sin poder reaccionar, la mujer y los hijos de José Nievas –el otro chofer fallecido– entraron al edificio rodeados de compañeros de la empresa, quienes no ahorraron críticas hacia la policía local y prefirieron no hablar con la prensa en señal de respeto al silencio familiar.

No obstante, uno de ellos comentó: “En la ruta 7 nos hemos cansado de ver infracciones y la policía lo único que hace es pararnos por un foquito y te pide coimas, pero nunca va detrás de los que realmente comenten infracciones. ¿Cómo puede ser que recorrió más de 20 kilómetros en contramano y nadie hizo nada?”.

Lo más triste para estas familias es que ambos choferes estaban próximos a jubilarse.

Un abrazo no alcanzó para retener el llanto de Héctor Compagnucci, padre de Elián, de 28 años, quien ejercía desde hacía cuatro años como enfermero de Terapia en el Hospital Central.

Elián había ido a visitar a sus papás una semana. Al principio, sus padres tenían la información de que había sobrevivido, por eso fueron directamente al hospital Perrupato e incluso pasaron por el Central. Pero recién en el Cuerpo Médico Forense, en la calle Lencinas de Capital, conocieron la triste verdad.

Parece que el destino estaba marcado para Santos Guevara (54), un penitenciario que trabajaba en la panadería del penal pero no pudo conseguir pasaje para la mañana del viernes y obtuvo uno para el micro de la tarde. Su hermana, en cambio, tuvo que esperar en San Luis. Era padre de cuatro hijos grandes, con los cuales era inseparable y amaban viajar a esa provincia, donde aprovechaban para disfrutar el verde de un terreno.

Raúl Silva (50) también era mendocino, pero trabajaba como profesor de Farmacia en la Universidad Nacional de San Luis, por eso sólo venía a Mendoza los fines de semana. Su prima Vanina lo recordó como un amante de las motos, las cuales solía ocupar para trasladarse.

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El papá de Elián recibe el consuelo de unos amigos mendocinos en la puerta del Cuerpo Médico Forense
El papá de Elián recibe el consuelo de unos amigos mendocinos en la puerta del Cuerpo Médico Forense
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José Nievas, el chofer del micro, estaba a punto de jubilarse.
José Nievas, el chofer del micro, estaba a punto de jubilarse.
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Elián Compagnucci era cordobés, pero vivía en Mendoza y volvía de visitar a sus padres.
Elián Compagnucci era cordobés, pero vivía en Mendoza y volvía de visitar a sus padres.
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La familia de Santos Guevara, quien debía viajar el viernes a la mañana pero no consiguió pasaje.
La familia de Santos Guevara, quien debía viajar el viernes a la mañana pero no consiguió pasaje.
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Los Ortega, en la sala del Cuerpo Médico Forense.
Los Ortega, en la sala del Cuerpo Médico Forense.
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El papá de Elián recibe el consuelo de unos amigos mendocinos en la puerta del Cuerpo Médico Forense
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Los Lionetti vinieron en auto por su cuenta porque no coincidieron con el traslado de la empresa.
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Jorge Lionetti venía junto a Nievas y nunca había tenido un accidente vial.
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Primos y amigos de Raúl Silva llegaron desde Tunuyán. Se enteraron en el Festival de la Tonada.
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