Beth Warren, fisioterapeuta de 28 años, nacida en la ciudad de Birmingham (Inglaterra), llevó ante la justicia a la Autoridad de Fertilización Humana y Embriología británica (HFEA), que había establecido que el esperma congelado de su esposo, Warren Brewer, se destruiría en abril de 2015, si ella no decidía antes de esa fecha utilizarlo para tratar de concebir un hijo.